sábado, 19 de mayo de 2018

UN BRINDIS AL SOL



         La proliferación de graffitis callejeros suscita diversas corrientes de opinión. Las gentes bienpensantes reaccionan, por lo general, de forma más bien intempestiva, con referencias concretas a la fealdad de esas pinturas (aunque hay algunas bellísimas, las cosas como son), el mal gusto de los mensajes (aunque también hay algunos con cierto contenido poético), la inconveniencia de andar pintarrajeando paredes o edificios públicos (y ahí sí que no hay mucha defensa) y la incompetencia de la autoridad municipal, ciertamente torpe a la hora de impedir o perseguir tales actuaciones presuntamente incívicas. En la otra parte están los partidarios de la libertad de expresión. Cuántas miserias, ay, se están cometiendo al amparo de este admirable concepto.
         Sin que yo esté en condiciones de poder establecer una comparación cuantitativa, asunto que requeriría complicados mecanismos de medición de número de pinturas existentes y porcentaje total de superficie afectada, sí parece que, a ojo de buen cubero, en la ciudad de Cuenca proliferan los mensajes en forma de graffitis, sin que tampoco haya una evidencia cierta de que eso se debe a la eficaz influencia de la facultad de Bellas Artes, cuyos efluvios artísticos y espíritu de creatividad se extienden hacia una gran parte de ciudadanos, seguramente jóvenes (pero no necesariamente) que, a falta de otros medios materiales para desarrollar su vocación recurren a estos mecanismos de libre expresión callejera para mostrar sus inquietudes pictóricas y, si hace falta, sociales.
         Lo que pasa es que, en ocasiones, a estos voluntarios del arte libre callejera se les va un poco la mano, como pasa con este letrero pintarrajeado en la fachada del edificio de los sindicatos, cuyo penoso aspecto invita poco a la alegría estética. Porque, las cosas como son, espíritu revolucionario, en Cuenca, hay poco, por no decir ninguno. Me temo que la invitación tan entusiasta contenida en ese mensaje no ha conmovido ni un ápice la sosegada y complaciente vida de la ciudadanía conquense. Vaya, lo que se dice un brindis al sol.



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