La
proliferación de graffitis callejeros suscita diversas corrientes de opinión. Las
gentes bienpensantes reaccionan, por lo general, de forma más bien
intempestiva, con referencias concretas a la fealdad de esas pinturas (aunque
hay algunas bellísimas, las cosas como son), el mal gusto de los mensajes
(aunque también hay algunos con cierto contenido poético), la inconveniencia de
andar pintarrajeando paredes o edificios públicos (y ahí sí que no hay mucha
defensa) y la incompetencia de la autoridad municipal, ciertamente torpe a la
hora de impedir o perseguir tales actuaciones presuntamente incívicas. En la
otra parte están los partidarios de la libertad de expresión. Cuántas miserias,
ay, se están cometiendo al amparo de este admirable concepto.
Sin que yo
esté en condiciones de poder establecer una comparación cuantitativa, asunto
que requeriría complicados mecanismos de medición de número de pinturas
existentes y porcentaje total de superficie afectada, sí parece que, a ojo de
buen cubero, en la ciudad de Cuenca proliferan los mensajes en forma de graffitis,
sin que tampoco haya una evidencia cierta de que eso se debe a la eficaz
influencia de la facultad de Bellas Artes, cuyos efluvios artísticos y espíritu
de creatividad se extienden hacia una gran parte de ciudadanos, seguramente jóvenes
(pero no necesariamente) que, a falta de otros medios materiales para
desarrollar su vocación recurren a estos mecanismos de libre expresión
callejera para mostrar sus inquietudes pictóricas y, si hace falta, sociales.
Lo que pasa
es que, en ocasiones, a estos voluntarios del arte libre callejera se les va un
poco la mano, como pasa con este letrero pintarrajeado en la fachada del
edificio de los sindicatos, cuyo penoso aspecto invita poco a la alegría estética.
Porque, las cosas como son, espíritu revolucionario, en Cuenca, hay poco, por
no decir ninguno. Me temo que la invitación tan entusiasta contenida en ese
mensaje no ha conmovido ni un ápice la sosegada y complaciente vida de la
ciudadanía conquense. Vaya, lo que se dice un brindis al sol.
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