La muerte de Juan Evangelio nos
deja un poco huérfanos a todos los que encontramos en el libro cualquiera de
esos sentimientos que aún afloran en el alma humana: el gusto, la afición, la
pasión, formas de afecto que suelen hallar en el libro el amigo constante, la
compañía fiel sin exigencias ni premuras. Para quienes, además, escribimos y
aspiramos a encontrar lectores-compradores, la intervención eficaz de un
intermediario tan voluntarioso como Juan Evangelio fue determinante. Un librero
al viejo estilo, que no necesitaba el recurso permanente al ordenador para
saber dónde está ese volumen o aquel ni quien era el autor o en qué punto de
los aparentemente desordenados anaqueles podría encontrarse el objeto del deseo
o qué recomendar (era un auténtico especialista en plumas estilográficas) en la
búsqueda del regalo apropiado. Durante años alimentó en su entorno una auténtica
tertulia ciudadana y libresca, que se prolongaba mucho más allá de la hora de
cierre del local porque, y eso era evidente, él era el primer comerciante de
Carretería en abrir las puertas y el último en cerrarlas. Su peculiar bonhomía,
de amplia generosidad y abierta risa contagiosa, venía a ser como un bálsamo en
el que se podía encontrar reposo más allá del trajín de la que fue calle
bulliciosa, ahora un tanto descafeinada pero igualmente amistosa. Hace unas
semanas dediqué un artículo a la librería señalando el notable matiz de que es
el comercio más antiguo de Cuenca, camino de cumplir los cien años y apuntando
como cosa notable que ese privilegio corresponda precisamente a una librería,
tipo de establecimiento que está desapareciendo a marchas forzadas de muchas
ciudades españolas. Hubiera sido un gesto amable del destino que Juan Evangelio
pudiera haber llegado a ver ese centenario. Ha muerto ahora y el mundo del
libro, en Cuenca, tiene motivos sobrados para estar de luto.
José Luis Muñoz. Una visión permanente sobre las circunstancias de la vida cultural en Cuenca, comentada con espíritu comprensivo y un punto crítico. Literatura, arte, patrimonio, cuestiones cotidianas, a través de la mirada de un veterano periodista.
miércoles, 30 de mayo de 2018
PROPIETARIOS DE UN ESPACIO PÚBLICO
Me parece muy interesante la
observación que hace Elvira Lindo (El País, 27 de mayo) sobre la forma en que
las terrazas veraniegas de los bares, tan apetitosas, tan agradables con el
buen tiempo, se han ido apoderando de las aceras hasta el punto de
considerarlas como cosa propia, de manera que ese suelo, dice, ya no es de los
ciudadanos, sino del que paga el alquiler. Interpreta con acierto lo que
parecen pensar los propios interesados, los propietarios de esos locales y, de
paso, también el Ayuntamiento, convencidos unos y otros de que el abono de una
tasa discrecional otorga sin más el derecho de propiedad del suelo que ocupan. Lo
curioso, y coincido con ella, es que nosotros, los de a pie, los usuarios de
esas terrazas, asumimos que no tenemos ningún derecho, que solo lo tienen los
bares usuarios del espacio. Y por ello asistimos, sin especiales protestas ni
quejas a lo que ha pasado de ser uso para convertirse en abuso. De los muchos
ejemplos que se pueden citar basta con referirme al más expresivo, el de la
Plaza Mayor de Cuenca. En un sector, el de la izquierda, junto a la calle
Pilares, no hay espacio para los peatones puedan caminar. Si quieren hacerlo
tienen que salir necesariamente a la propia plaza, para coexistir, o sea,
pelear, con los coches. En la otra acera, junto a las viviendas, sí que hay un
pequeñísimo pasillo por el que se puede transitar en fila de uno pero cuidando
de no tropezar con los camareros que salen del interior para llevar el
suministro a las mesas y que, por norma general, consideran que ellos tienen
prioridad y por tanto los demás debemos apartarnos y cederles el paso. Como si
fueran los propietarios, los dueños absolutos de la terraza y de la calle.
Ciertamente es muy curioso comprobar cómo, en una civilización que reclama
derechos a cada momento, hemos renunciado al más sencillo de todos, al de considerar
que la calle es propiedad colectiva, de la ciudadanía, y no de quienes instalan
terrazas.
miércoles, 23 de mayo de 2018
NI JUNTOS, NI REVUELTOS
La cultura, en cualquiera de sus
estamentos y manifestaciones, debería ser un factor de cohesión social, no
partidista.
Veamos dos fotos y sus
correspondientes relatos.
Feria del Libro en Cuenca. La
organizan, promueven y financian dos instituciones públicas, Ayuntamiento de
Cuenca y Diputación provincial, ambas dirigidas por el PP. En consecuencia,
ningún responsable del PSOE asiste a ninguno de los actos organizados, ni el
delegado de la Junta ni siquiera la directora provincial de Educación y
Cultura. No creo que esta ausencia se haya extendido a la totalidad de miembros
del partido socialista conquense; más bien creo que cada uno actúa según su
criterio personal y que nadie en su sano juicio aplica criterios políticos
(sectarios, más bien) a una actividad tan inocente y casta como comprar o leer
libros.
Inauguración de la iluminación
especial con que Iberdrola obsequia a la fachada principal del monasterio de
Uclés, para que la espléndida portada churrigueresca brille y destaque en toda
su plenitud, como un faro luminoso en la negritud de la noche manchega. Al acto
asisten, junto con dirigentes de la empresa eléctrica y el obispo de Cuenca, el
presidente y el vicepresidente de la Junta de Comunidades, Emilio García Page y
José Luis Martínez Guijarro, ambos del PSOE. Ni en la crónica del acto ni en la
foto hay alusión alguna ni presencia de responsables del PP, incluido el
presidente de la Diputación que, se supone, algo tiene que ver con lo que
ocurre en la provincia.
Como es natural, la forma en que
actúan los responsables de aplicar el protocolo no está a mi alcance. Yo no se
si unos y otros se invitan cortés y educadamente y tampoco si, en tal caso,
unos y otros se disculpan no menos educadamente. Sin saberlo, pero suponiendo
que no ocurre ni una cosa ni la otra, sino que simplemente se ignoran, se
marginan, en actos públicos que son de todos los ciudadanos, no de un partido
político concreto, sí estoy en condiciones de afirmar que esa es una forma muy
torpe de actuar y que, lejos de merecer el aplauso caluroso de la ciudadanía,
lo que deben recibir es una enorme reprobación porque no han sido elegidos para
hacer tonterías ni actuar de manera mezquina, sino para trabajar conjuntamente
a favor de toda la sociedad.
Quedan muy bien cuando se ponen
de acuerdo para aplicar el artículo 155 de la Constitución en Cataluña. Pues
quedarían mucho mejor si aquí mismo se dieran la mano y se hicieran juntos la
foto cada vez que hay una ocasión favorable para ello. Seguro que los fanáticos
sectarios de uno y otro partido no estarán de acuerdo, pero seguro también que
el conjunto de la sociedad conquense sí lo vería de perlas.
Eso sí, el monasterio queda muy
vistoso con su nueva iluminación exterior. Y la Feria del Libro funcionó muy
bien. A pesar de las ausencias en uno y otro caso.
lunes, 21 de mayo de 2018
HUBO FERIA Y ESO ES LO QUE IMPORTA
Llegó, se abrieron las casetas,
llegaron los niños, no llovió (apenas unas gotas) y tampoco hizo excesivo frío,
de manera que lo mejor que se puede decir de la Feria del Libro de Cuenca,
recién terminada, es que se ha podido celebrar, así, sencillamente y a fin de
cuentas, eso es lo que importa. Lo demás es accesorio y forma parte del ritual
cotidiano: que si el sitio elegido este año (la Plaza de España) es mejor o no
que otros utilizados antes; que si la disposición de las casetas, mirando hacia
fuera, no hubiera estado mejor formando un cuadro hacia dentro; que si los
conquenses leemos poco o mucho, o haciendo una cosa u otra, si gastamos los
euros convenientes en las librerías… O sea, lo de siempre. Pero más allá de
este rosario de comentarios que forman parte inalterable del repertorio siempre
vinculado a la Feria del Libro, lo meritorio es que haya vuelto a montarse y
que la gente, el público, haya acudido. Hay otros ingredientes que también
forman parte del entramado de esta convocatoria. Los autores, por ejemplo.
Abundan las presentaciones de autores locales, casi todos nuevos (los veteranos
o están cansados de publicar o han preferido guardarse los títulos en ciernes
para otra ocasión más selectiva), aunque algún nombre consagrado sí ha querido
pasear sus libros por el recinto ferial. Firmas de relumbrón también ha habido
alguna, para satisfacer el morbo de los curiosones a la captura de un
autógrafo. La semana ha cumplido con su obligación y eso, solo por eso, ya es
cosa digna de ser anotada como meritoria.
domingo, 20 de mayo de 2018
REGALOS AJARDINADOS
Eso que se ve en la foto es real
y verdaderamente lo que parece ser. No es un montaje fotográfico ni una
manipulación visual de las que con tanta habilidad realizan los aficionados los
manejos tecnológicos. No, eso que hay en la foto es una mierda auténtica,
depositada hábilmente en el centro mismo del parque de San Julián, en el que
antiguamente había jardineros y vigilantes y que ahora es campo libre para el
desarrollo de cualquier fechoría. Como es deducible, nadie está atento, ni en
ese sitio ni en ningún otro, para controlar este tipo de desmanes y como, por
otro lado, los propietarios de perros no son siempre diligentes en recoger los
detritos de sus queridos animales, pasa lo que pasa. Ah, y si en el parque hay
niños jugando, pues que se fastidien. Así van las cosas en esta ciudad
admirable.
sábado, 19 de mayo de 2018
UN BRINDIS AL SOL
La
proliferación de graffitis callejeros suscita diversas corrientes de opinión. Las
gentes bienpensantes reaccionan, por lo general, de forma más bien
intempestiva, con referencias concretas a la fealdad de esas pinturas (aunque
hay algunas bellísimas, las cosas como son), el mal gusto de los mensajes
(aunque también hay algunos con cierto contenido poético), la inconveniencia de
andar pintarrajeando paredes o edificios públicos (y ahí sí que no hay mucha
defensa) y la incompetencia de la autoridad municipal, ciertamente torpe a la
hora de impedir o perseguir tales actuaciones presuntamente incívicas. En la
otra parte están los partidarios de la libertad de expresión. Cuántas miserias,
ay, se están cometiendo al amparo de este admirable concepto.
Sin que yo
esté en condiciones de poder establecer una comparación cuantitativa, asunto
que requeriría complicados mecanismos de medición de número de pinturas
existentes y porcentaje total de superficie afectada, sí parece que, a ojo de
buen cubero, en la ciudad de Cuenca proliferan los mensajes en forma de graffitis,
sin que tampoco haya una evidencia cierta de que eso se debe a la eficaz
influencia de la facultad de Bellas Artes, cuyos efluvios artísticos y espíritu
de creatividad se extienden hacia una gran parte de ciudadanos, seguramente jóvenes
(pero no necesariamente) que, a falta de otros medios materiales para
desarrollar su vocación recurren a estos mecanismos de libre expresión
callejera para mostrar sus inquietudes pictóricas y, si hace falta, sociales.
Lo que pasa
es que, en ocasiones, a estos voluntarios del arte libre callejera se les va un
poco la mano, como pasa con este letrero pintarrajeado en la fachada del
edificio de los sindicatos, cuyo penoso aspecto invita poco a la alegría estética.
Porque, las cosas como son, espíritu revolucionario, en Cuenca, hay poco, por
no decir ninguno. Me temo que la invitación tan entusiasta contenida en ese
mensaje no ha conmovido ni un ápice la sosegada y complaciente vida de la
ciudadanía conquense. Vaya, lo que se dice un brindis al sol.
martes, 1 de mayo de 2018
LOS NAZIS LLEGAN A CUENCA
Es un lugar común repetir
que Cuenca es una ciudad (la provincia también) especialmente dotada para el
rodaje de películas, a pesar de lo cual, la realidad viene a contradecir tan
buenas opiniones, porque son escasísimos los ejemplos que se pueden citar,
todos ellos bien conocidos.
Estos días
se ha estado rodando un nuevo cortometraje, El
emisario, que dirige el profesor de la faculta de Bellas Artes Ignacio
Oliva, uno de cuyos momentos más destacados ha sido la ambientación del Palacio
Provincial como residencia oficial alemana, lo que ha obligado a desplegar la
abundante iconografía habitual en el régimen nazi, banderas incluidas.
El
argumento relata un encuentro en Berlín entre el cuñado de Franco, Ramón
Serrano Súñer, ministro de Asuntos Exteriores en el primer gobierno del régimen
y el dirigente alemán Heinrich Himmler. Unas treinta personas, alumnos de la
facultad de Bellas Artes de Cuenca, junto con cámaras y actores profesionales,
entre ellos el conocido Pedro Casablanc, habitual en series de TV, están
participando en el rodaje de este filme.
Ignacio
Oliva (Murcia, 1963) fue decano de la facultad de Bellas Artes de Cuenca entre
1991 y 1996 y tiene ya una larga trayectoria como investigador del proceso
creativo a través de las imágenes, habiendo publicado docenas de artículos en
revistas especializadas y varios libros sobre la materia. En el año 2011 y tras
haber realizado algunos cortometrajes, rodó su primera película, La rosa de nadie, que fue estrenada
comercialmente en Cuenca el 11 de mayo de ese año y que, a decir verdad, obtuvo
muy escaso eco entre los aficionados y la crítica.
Confiemos (confío) en que este nuevo
intento de Ignacio Oliva por hacerse un hueco en el ámbito del cine tenga mejor
suerte y El emisario consiga éxito y
premio.
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