viernes, 13 de abril de 2018

UN GESTO AMISTOSO (19-02-2018)




De vez en cuando intento tranquilizar mi conciencia justiciera dejando un donativo en las manos o las bandejas de quienes en las calles de Cuenca tienen necesidad de mendigar, o pedir limosna, o caridad o como se le quiera llamar, según establezca en estos momentos la normativa del buen uso del idioma, para no molestar. De todos los problemas de injusticia que hay en nuestra sociedad, y son tantos que no merece la pena enumerarlos aquí, el más sangrante me parece el de la presencia de estas personas a las que, estoy seguro, no hace ninguna gracia tener que plantarse en una acera a esperar que les llegue unos cuantos euros con los que poder sobrevivir en el día a día y ello a pesar de la sangrante opinión, burdamente expresada no hace mucho por un actual concejal del Ayuntamiento, de que quienes duermen en la calle o en el vestíbulo de un banco lo hacen ejerciendo su derecho a la libertad de dormir donde mejor les parezca. Los intentos de corregir semejante patochada no han servido para suavizar el escándalo promovido ni la opinión que tenemos de él. Para mí, desde siempre, la visión de estas personas acogidas a la variable generosidad de los transeúntes ha sido el mayor escándalo colectivo que puede ofrecer la sociedad de consumo, capitalista y bien vestida, que formamos los demás. Nunca debería haber nadie que tuviera la necesidad de extender su mano, o ampararse en un letrero en demanda de auxilio y protección. Siento que mi pequeño óbolo no puede en modo alguno solucionar el problema de tantos, pero quisiera creer que algo ayuda, sobre todo si, como acostumbro, va acompañado de una frase amistosa. Así está el país.

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