viernes, 13 de abril de 2018

RECORDANDO A COLL



No hay en Cuenca mucha costumbre de colocar placas callejeras en recuerdo de que en tal sitio, esta casa o aquel lugar nació o vivió un escritor, menos aún un artista, y eso que de ambas especialidades hemos tenido algunos dignos ejemplares por aquí. Por eso, porque no hay costumbre, sorprende que al Ayuntamiento se le haya ocurrido (animado, eso sí, por la insistencia de algunos fieles devotos del protagonista) situar una placa de esas en la fachada del edificio en que, tras la guerra, y quedar abandonado por su madre, vivió el niño José Luis Coll. De ella salió, ya adulto, para emprender la aventura vital, a caballo entre el periodismo, la literatura y el espectáculo, que finalmente habría de darle un reconocido nombre y fama. La placa quedó al descubierto hace unos días, contando con la mínima presencia de un par de regidores municipales, otro par de amigos y varios familiares, incluida la viuda de Coll. Faltó el calor popular que siempre se agradece en estos eventos y faltó, desde luego, que en el Ayuntamiento hubiera una mínima preocupación estética para cuidar debidamente el sitio elegido y así la placa queda entre pintadas y colgajos de cables muy al estilo conquense. Pero salvo este puntazo crítico, siempre necesario en una ciudad tan descuidada, el detalle estuvo bien, sobre todo porque es algo tan insólito por aquí que llama la atención su puesta en práctica. Deberán pasar lustros hasta que una ceremonia así se repita, ya lo verán.


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