Hay obras menores, pero muy
meritorias. Hay trabajos que se cruzan ante nuestros ojos un día y otro, a lo
largo de mucho tiempo y quizá por eso, por su frecuencia en llegar hasta
nosotros, nos parece cosa tan habitual, tan enraizada en la existencia
cotidiana, que apenas si se da valor o importancia a lo que significa. Lo
pienso ahora, viendo la pequeña, sencilla, bonita, agradable revista Entrelíneas, que edita la Biblioteca
Municipal de Cuenca, en cuyo último número, el de abril de este año, campea en
lo más alto el número 127. Ese es un número importante, un número considerable,
tras el que se esconde un trabajo sistemático, metódico y, sobre todo,
constante. Esta es una palabra que, pese a formar parte del vocabulario habitual
de los humanos, tiene un uso muy esporádico. Aquí mismo, en Cuenca, conocemos
multitud de invenciones que solo han durado una edición y algunas, muchas también,
dos o tres, antes de perderse en el limbo de los sueños frustrados. Entrelíneas llega al 127, para
hablarnos de escritores, de libros, de novedades, de cosas que dicen quienes se
dedican a este bonito oficio, además de comentarnos noticias y, en definitiva,
de abrir nuestros horizontes para entremos en ese mundo tan atrayente, en el
que muchos -ojalá pudiera decir todos- nos encontramos tan a gusto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario