martes, 26 de diciembre de 2017

VILLANCICOS MADE IN CUENCA


En estos días navideños que ya caminan hacia su total liquidación se ha presentado un bonito e interesante CD amparado por el título, igualmente apropiado para estas fechas, de Las doce ya están sonando, bajo el que hay un subtítulo explícito: “Villancicos”, por si hubiera alguna duda.
Suenan las doce, hora mágica en el portal de Belén y en cualquier otro sitio, pero son trece los compositores llamados a poner música a las letras que cantan el mensaje, generalmente amable, vinculado a esta celebración. Entre ellos destaca el veterano José López Calvo, junto a otros nombres también consolidados, como José Miguel Moreno Sabio o José Antonio Esteban, a los que acompañan otros valores más jóvenes, algunos ya con cierto prestigio a medida que van consolidando sus trabajos, como Manuel Millán de las Heras, Luis Carlos Ortíz, Mary Margeliza, Javier Pelayo, Juan Carlos Aguilar y algunos otros, hasta completar esa lista de 13 que cubren el tiempo de grabación.
Entre los letristas se encuentra el imprescindible Federico Muelas y el casi también necesario José Ángel García, pero en la mayoría de los casos coinciden ambos papeles, música y letra, en la misma persona, asunto que no se si es bueno, malo o indiferente. Lo común es encontrar competencias diferenciadas, pero tampoco pasa nada si han decidido hacerlo todo por sí mismo.
El resultado es un trabajo interesante, además de novedoso, y que viene a actualizar un repertorio tan trillado como el de las canciones navideñas. Quizá hubiera sido conveniente algo menos de solemnidad y complejidad en varias de ellas, más cerca de la composición sinfónica que de la popular, que es de lo que se trata, porque los villancicos sirven para animar belenes, cenas y tertulias amistosas y no todos los que integran este CD pueden cantarse fácilmente. Pero el trabajo es, desde luego, meritorio.


lunes, 25 de diciembre de 2017

LA CULTURA PARCELADA EN BANDOS


Contemplo en uno de los periódicos conquenses (da lo mismo especificar si es en  papel o digital) una fotografía relativa a un acto aparentemente cultural, pero marcado por la política, porque se trata de la imagen de los asistentes que se agrupan en torno a la máxima autoridad presente en la ceremonia, rodeado de otros cuantos personajes de postín, todos ellos relacionados por un dato común: pertenecen al mismo partido. Al acto podrían haber asistido, desde luego, otras autoridades provinciales y locales, sobre todo de personas vinculadas a la cultura, pero no, están solo los de un bando, con la llamativa ausencia de los del otro.
Esa imagen que hoy me llama la atención es similar a otra que se había publicado dos días antes, relativa también a otra inauguración de una especialidad muy parecida a la anterior; la diferencia entre una y otra es que en esta segunda están presentes justo los que no habían aparecido en aquella otra mientras que están ostentosamente ausentes los de la imagen que comento al comienzo.
Es decir, para entendernos, los absurdos partidos políticos que se reparten el poder y el gobierno de las instituciones existentes en Cuenca han decidido ignorarse unos a otros o, lo que es lo mismo, no acudir a ceremonias organizadas o protagonizadas por uno de ellos. De esa manera, inaugurar una exposición, por ejemplo, se convierte en un acto partidista, reservado exclusivamente a quienes tienen el protagonismo de ella.
Eso si, cuando, por casualidad o equivocación, coinciden en algún acto, todos los oradores repetirán la misma salmodia, haciéndose lenguas de la bondad de colaborar entre todos, de aunar fuerzas, de sentido solidarios en el bien común, olvidándose del espectáculo penoso que ofrecen con ese constante ninguneo que ofrecen visualmente y del que son testigos las fotografías publicadas en los medios informativos.
La cultura, los actos culturales, deberían estar al margen de estas cuestiones tan de poca monta.
Ese sería un buen deseo, mío y de más gente, para el año que comienza.

Me temo que nos quedaremos con las ganas.
(Para ilustrar el comentario, ahí tienen los asistentes a la reinauguración del Museo de las Ciencias de Castilla-La Mancha, hace unos días. Miren atentamente, vean quiénes están y quiénes faltan y así conocerán el color de los unos y los otros)

miércoles, 20 de diciembre de 2017

TODO CAMBIA, NADA PERDURA



En las cabeceras antiguas de los periódicos, la información sobre el propio medio se estructuraba en tres apartados: Redacción, Administración y Talleres. Esos eran los tres pilares que soportaban el funcionamiento del sistema informativo y cada uno de ellos tenía su propia realidad y organización, aunque todos quedaran ensamblados en el objetivo común de poner diariamente en la calle un periódico.
A los redactores, en general (siempre hubo alguna excepción, alguien alérgico a la tinta y el ruido de las máquinas) nos gustaba pisar los talleres, contemplar el constante repiqueteo de las linotipias transformando el plomo en galeradas dispuestas a imprimir o admirar la habilidad de los cajistas manejando tipos móviles para elaborar los titulares. Y era muy emocionante, desde luego, llegar al final de la jornada, con las planas ya preparadas y comprobar que, efectivamente, todo eso entraba en máquinas y comenzaba el sistemático run-run que iba desprendiendo páginas y páginas ya impresas. Los talleres eran, verdaderamente, muy emocionantes, la culminación, el toque final a la magia de hacer diariamente un periódico.
Que las cosas cambian no es ningún descubrimiento. Lo dicen todos los alegatos populares, con más o menos gracejo y no hay más remedio que aceptarlo. Basta mirar alrededor para comprobarlo en todos los órdenes de la vida.

Los periódicos modernos carecen del encanto y, sobre todo, de la sonoridad que tuvieron los antiguos, los que yo conocí y en los que trabajé. Ahora son entes asépticos y no solo porque en ellos ya no se fuma sino porque todo es silencioso, apagado, casi triste, diría yo. Aquel maravilloso repiqueteo de mi inolvidable Underwood con la que atronaba toda la redacción ya no se puede oír en ningún sitio (Luego, la más moderna Olivetti, era más silenciosa, como prediciendo la llegada de los ordenadores). Y, por lo que parece, tampoco el maravilloso universo de los talleres va estar ya disponible. Leo en el número dominical de El País que se despiden de sus rotativas. Las han tenido, como todos los periódicos, desde que se fundó hasta ahora, en que los números se imprimirán en talleres externos. La economía manda, supongo, y esa razón suprema acaba con la poesía y con el encanto. Un periódico sin imprenta no es un periódico, me digo para mí mismo, consciente de la perfecta inutilidad de mi razonamiento. Antes de apagaron las rotativas y también las cajas. Y no quiero ni pensar en qué será lo próximo en desaparecer. Si yo fuera redactor de un periódico no dormiría tranquilo.

LECTURAS MUY INTERESANTES






Merece la pena algo más que una rápida ojeada el curioso e interesante boletín informativo que realizan las tres Bibliotecas Municipales que hay en Cuenca, la principal situada en el centro de la ciudad, en el Edificio Aguirre, y las otras en dos barrios periféricos, los de Villa Román y Fuente del Oro, unos espacios en que estos recintos se han convertido en ineludibles puntos de referencia para que en ellos tenga asiento algo parecido a la Cultura, en grande y con mayúsculas.
"Entrelíneas" ofrece en su último número un artículo sobre valores sociales y cívicos en la Literatura infantil, se recogen las novedades editoriales incluidas en su catálogo, junto con un repaso de las actividades realizadas y también de algunas noticias del ámbito literario.
Es un ejemplo clarísimo de que la modestia y la sencillez no están reñidas con la calidad y el rigor. Merece la pena, desde luego, la lectura mensual de Entrelíneas.
Enlace con el blog: https://bibliocuenca.blogspot.com.es/

lunes, 18 de diciembre de 2017

EN LA MUERTE DE ÁNGEL PÉREZ


Los medios informativos conquenses se hacen eco hoy de la muerte en Madrid de Ángel Pérez Saiz, nacido en Priego en 1937, del que se destaca, sobre todo, su papel como dilatado presidente de la Balompédica Conquense durante doce años, equipo al que hizo vivir los mejores momentos de su existencia contemporánea, sacándolo del siempre molesto pozo de la Tercera División para llevarlo a Segunda B e incluso acariciar la posibilidad de alcanzar la Segunda, cosa que estuvo al alcance de la mano y que frustró el Castilla, en un encuentro histórico disputado en el Santiago Bernabéu.
En pocos lugares, sin embargo, se destaca o siquiera comenta otra dimensión de la personalidad de este hombre verdaderamente emprendedor, aspectos que conviene destacar aquí, entre otros motivos porque uno de ellos me toca muy de cerca. A la vista está, en la foto que encabeza este comentario.
Ángel Pérez estudió en el Instituto Alfonso VIII y cursó la carrera de ingeniero de Caminos, Canales y Puertos en la Universidad Politécnica de Madrid, que completó con estudios especializados en la gestión empresarial, lo que le permitió en 1971 fundar la empresa Ofiteco, con la que llevó a cabo innumerables proyectos tanto en España como en otros muchos países. Para Cuenca realizó y ejecutó uno de los más interesantes proyectos que se han llevado a cabo en la ciudad, el encauzamiento del río Huécar, obra que permitió romper la histórica imagen de un río pertinazmente seco, siempre desamparado. Gracias a esta singular obra hoy podemos disfrutar de la agradable visión del Huécar acariciando la falda del casco antiguo y del cerro del Socorro, para llegar alegremente a desembocar en el Júcar.
Pero en este blog interesa especialmente destacar cuestiones que tienen que ver con la cultura y también en eso mostró Ángel Pérez una singular preocupación. Fue promotor y editor de libros y él mismo escribió uno, de gran belleza, La Cuenca del Guadiela (una mirada emocionada), junto a Alfonso Calle y él mismo, en solitario, otro, Agua, en los que volcaba al unísono su pasión por la naturaleza y por la comarca en que había nacido.
Pero, además, fue un mecenas, especie totalmente desconocida en Cuenca, porque en cierto momento, a la altura del año 2010, decidió reinvertir parte de sus ganancias como empresario para crear un premio anual, orientado a reconocer entidades o personas destacadas en la promoción de la cultura en Cuenca. Con gran sorpresa por mi parte, puesto que no tengo la costumbre de concurrir a concursos de ningún tipo, el jurado del año 2014 decidió concederme ese premio, que recibí de manos del propio Ángel Pérez en un acto celebrado en la Cámara de Comercio y que me pareció ciertamente entrañable.
Ahora, en la despedida a este hombre singular, destaco aquí su auténtica bonhomía, su capacidad para el trabajo y el desprendimiento, su honda y sincera preocupación por la tierra conquense.


CINE EN VERSIÓN ORIGINAL


Desde hace unas semanas se está desarrollando en Cuenca (también en las demás ciudades que tienen campus universitario) una curiosa y valiosa iniciativa, cuya acogida entre el público aún no se valorar, pero que me gustaría tuviera un excelente resultado (optimista que es uno).
Se trata de que cada martes en una de las salas de Multicines Odeón, se proyecta en versión original una de las películas que integran la programación habitual, respondiendo a una iniciativa de la Universidad de Castilla-La Mancha, que organiza estas sesiones dirigidas especialmente a estudiantes, pero abiertas a cualquier persona que quiera incorporarse. El precio para el personal universitario es de 3 euros y para el público de 3,50.
Como dicen los puristas, y yo lo comparto plenamente, las películas extranjeras deben proyectarse en versión original, en el idioma en que se rodaron, con subtítulos en español, como es natural, pues ese es el único modo de poder apreciar íntegramente los matices de la interpretación. De este principio discrepan, como es lógico, los actores de doblaje, que forman una auténtica legión en España, país que es el paraíso de este tipo de actuaciones.
También buena parte del público se ha venido mostrando tradicionalmente alérgica a las versiones subtituladas con el fútil pretexto de que mientras leen los letreros no pueden atender debidamente a las imágenes de la pantalla. Este simple argumento se ha venido debajo de manera estrepitosa cuando desde hace unos años, los últimos, las televisiones han implantado la moda, por lo general estúpida, de llenar la pantalla con inacabables e inútiles mensajes de todo tipo, muchos de ellos repetidos hasta el cansancio; en ocasiones, se superponen dos y tres a la vez, sin contar los logotipos correspondientes o los anuncios de autopromoción de la propia cadena. De esa forma queda demostrado que cualquier ser humano de mediana inteligencia e igualmente mediana capacidad de entendimiento puede estar viendo unas imágenes mientras a la vez lee textos sobreimpresos. Experiencia que, desde luego, se complementa también, en los últimos tiempos, con la posibilidad que ofrecen ya todos los DVD de ver la película en diversas versiones y, como es natural, no pasa nada ni nadie se rasga las vestiduras.
En las ciudades de cierto valor cultural, los cines comerciales ya ofrecen al público la posibilidad de ver la película en V.O. en alguna de sus salas, pero semejante modernidad no ha llegado todavía a Cuenca, salvo en las sesiones del Cine Club Chaplin, que son todas rigurosamente en ese sistema y esta que ahora ha llegado hasta nosotros a través de la Universidad.

Por cierto, la próxima ocasión la tendremos el martes día 19, con la proyección de Star Wars. Los últimos Jedi, de Rian Johnson. 

domingo, 17 de diciembre de 2017

PERALES, RENOVADO Y CON FUERZA


No ha sido nunca José Luis Perales carne de cañón en esos infames programas televisivos (ni tampoco en las revistas del corazón que hacen cosas parecidas) dedicados a despellejar la intimidad del prójimo, en la mayor parte de los casos con la abierta complicidad de los propios interesados, generalmente encantados de exponer al público desprecio cualquier detalle de su vida personal. Incluso podríamos decir que, en los últimos años, la figura de nuestro paisano parecía un poco desdibujada, como soterrada en esos rincones oscuros a que están condenados quienes en algún momento disfrutan o disfrutaron de la fama. Y Perales la tuvo, en abundancia.
En una ya vetusta entrevista que le hice (La memoria colectiva; Cuenca, 1987), entre diversas cosas que fueron objeto de comentario dialogado, confesaba el cantautor que su mayor gusto consistía en escribir canciones, en retirarse a un lugar apartado, generalmente su pueblo, Castejón (donde había nacido en 1943) donde, en silencio, soledad y calma, se dedicaba a escribir mientras que en su casa de Cuenca aprendía a tocar el piano. No hablaba entonces de abandonar ese camino para dedicarse a otros menesteres, pero lo ha hecho, y de manera ciertamente meritoria, por no decir brillante.
En primer lugar nos sorprendió, en 2015, poniendo en los anaqueles y los escaparates su primera novela, La melodía del tiempo, territorio en el que dijo sentirse muy a gusto, “porque he descubierto el placer de escribir y de hacerlo sin límite, es decir, sin tener que comprimir una historia en tres minutos –lo que viene a durar una canción-, sino que sigo y sigo más y más en absoluta libertad, porque te permite jugar con los personajes, cambiarlos de lugar e incluso matarlos; sinceramente, he descubierto que me resulta más fácil este trabajo que el de componer una canción”. Y, en verdad, debió quedar muy satisfecho de la experiencia, porque ahora ha vuelto a ese terreno, nada fácil por cierto, y publica una nueva novela, La hija del alfarero, de contenido muy vinculado a la vida de los pueblos y los sentimientos humanos, cuestiones que a Perales le vienen muy bien.
Pero eso no significa que haya abandonado la canción, sino que a su ya habitual tarea de compositor (sería interesante elaborar un listado con los cientos de melodías que ha preparado para otros, además de las suyas propias) ha unido ahora una nueva que, si no diferente, sí corresponde a otro terreno en el que él no había intervenido todavía: las películas y lo ha hecho también con singular éxito, porque su trabajo en la banda sonora de El autor, que tuvimos la oportunidad de ver hace muy poco tiempo en la Semana de Cine de Cuenca le ha permitido convertirse en finalista de los próximos Goya por su canción “Algunas veces”, el tema central de la película que ha dirigido Manuel Martín Cuenca, aparte de que la propia película figura en la lista con un total de 13 nominaciones. De manera que el 3 de febrero próximo, entre las emociones propias de estas ceremonias lúdico-ceremoniosas-divertidas tendremos la oportunidad de saber si se produce el raro caso de que un conquense acuda a recibir uno de los cabezones que representan el premio más valioso y destacado del cine español.
Todo ello aparte de alegrarnos (yo lo hago y seguro que otros muchos conquenses también, a pesar de esa tendencia consuetudinaria a no valorar debidamente lo propio) de que José Luis Perales esté en plena forma y no decaiga en la búsqueda de nuevas emociones creativas.



martes, 12 de diciembre de 2017

MEDALLA FRANCESA PARA ANTONIO MORAL


De rebote me llega la noticia de que Antonio Moral (Puebla de Almenara, 1956) recibió hace unos días en Madrid, de manos del embajador de Francia en España, Yves Saint-Geours, la medalla de Officier des Arts et des Lettres francesa. Con esta distinción, el ministerio de Cultura y Comunicación del país galo reconoce y destaca la continuada labor de difusión de la música francesa que Antonio Moral ha venido realizando a lo largo de sus tres décadas de carrera como gestor cultural en diferentes instituciones, tanto públicas como privadas.
En la actualidad, el especialista musical conquense es director del Centro Nacional de Difusión Musical, que gestiona el Auditorio Nacional, tras haber sido director artístico del Teatro Real, al que llegó tras haber dejado la Semana de Música Religiosa de Cuenca en la que, sin duda alguna, fue la etapa más brillante de la ya veterana cita musical conquense. Y ello sin mencionar otras etapas anteriores, como su gestión cultural en la Fundación Caja Madrid o la fundación y desarrollo, casi espectacular, de la revista Scherzo.

Más allá de la escueta y casi protocolaria mención de este reconocimiento oficial que el gobierno francés le concede, quienes hemos tenido el irrepetible regalo de trabajar junto a él, valoramos en Antonio Moral su profundo conocimiento del medio musical al que se viene dedicando desde la juventud, su incorregible entusiasmo incluso en situaciones críticas y ello sin disminuir un ápice un sabio regusto irónico a través de la crítica inteligente, la seriedad de un trabajo metódico, riguroso y su escogida habilidad para no participar innecesariamente en la consabida ceremonia de las vanidades fútiles que son marca de la cultura española al uso.