Se podría simplificar el caso aludiendo a la habitual
generalizada estupidez de la ciudadanía española aunque también sería posible
elaborar todo un tratado sociológico-económico en torno a la inestimable
habilidad de la industria americana para vender con suma facilidad y eficacia
todo lo que producen, desde la coca cola hasta el infame repertorio de películas
que dominan ya todas las salas de nuestro país, pasando por el pollo frito de
Kentucky, las hamburguesas de nadie sabe qué tipo de carne o la odiosa
personalidad de Donald Trump, cuestiones todas que no deberían hacernos olvidar
a otros ejemplares valiosos de aquel pais, como Walt Whitman, Marilyn Monroe o
Elvis Presley, por decir algunos.
Entre la habilidad de ellos y la tontería de los demás llega el
Black Friday y se nos mete hasta en la sopa. Probablemente casi nadie sabe qué
significa exactamente, más allá de que en estos días se pueden obtener
baratijas de saldo a precios de ganga. Viernes negro es el que sigue al jueves
de Acción de Gracias, con la diferencia de que esta última fecha tiene un carácter
tradicional, mientras que lo del viernes es una invención moderna, que se ha
ido extendiendo en el tramo final del siglo XX. Inicialmente, tenía un carácter
simbólico, porque era la fecha en que se abrían las ventas de Navidad, lo que
motivaba un gran desplazamiento de personas y vehículos. Se cuenta que fueron
los policías de Filadelfia quienes, en un arrebato de ingenio, llamaron así,
viernes negro, a la considerable dificultad que se les presentaba para regular
el tráfico. Otros teóricos de la comunicación han querido encontrar una
explicación diferente: negro significa números positivos, en contraposición a
rojo, que son cuentas negativas.
Y aquí lo tenemos también, con multitud de comercios implicados
intentando vender todo lo vendible, a precios superrebajados. Lo que no
entiendo es por qué se mantiene activo el término anglófilo, Black Friday, lo
que origina algunas dificultades entre locutores radiofónicos y gentes de a pie
cuyo dominio del inglés deja algo que desear, en vez de llamarlo directamente
Viernes Negro, que suena mucho mejor.
Ya solo nos falta
celebrar también el Día de Acción de Gracias, ese sí, dicho y escrito en
castellano. Seguro que alguna mente preclara, de las mismas que denigran el Día
de la Fiesta Nacional o silban al himno, en las pocas ocasiones en que suena,
ya está acariciando la idea. Por lo pronto, aquí mismo, en Cuenca, 35 comercios
estarán hoy ofreciendo descuentos con el fin de atraer a la clientela. En el
montaje colabora el Ayuntamiento que, la verdad, no se qué pinta en este asunto
estrictamente comercial.
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