El espectáculo, inenarrable, que nos
ofrece diariamente el caso de Cataluña, se presta a tal cúmulo de comentarios
que se comprende la práctica ocupación de todas las parrillas habidas y por
haber, en prensa, radio y televisión. A estas alturas, el factor que predomina
es la comicidad, porque no hay manera de enfrentarse ya en serio a las
circunstancias de este sainete esperpéntico, que movería a risa constante si no
fuera porque, realmente, en el fondo, la cosa es muy seria aunque para mí que
todo ese tenderete va a decaer en las próximas semanas, tan pronto unos y otros
se dediquen al sabroso entretenimiento de preparar las elecciones.
Uno de esos componente es el de las
peñas futbolísticas creadas durante década en torno al Barça. Como por estas
sencillas y acogedoras tierras de Cuenca no ha habido, al menos hasta ahora (en
adelante ya veremos) prejuicios raciales ni nacionalistas, esas peñas fueron
creciendo a mucha mayor velocidad que las de cualquier otro equipo, Real Madrid
incluido, lo que debería dar pie a algún sesudo estudio sociológico que
explique la naturaleza de ese fenómeno. Ahora, dicen, algunas de esas peñas están
renegando de su filiación blaugrana; no creo que sean muchas, pero cuando pasan
cosas como esta, el personal pierde la razón, el sentido común y el del
equilibrio, vuelan ceses y dimisiones, crecen los divorcios y se multiplican
los insultos y descalificaciones.
Trasteando por los senderos
provinciales me encontré un día con esta imagen, la Peña Barcelonista de
Casasimarro, asentada en un vistoso local situado en las afueras del casco
urbano, donde proclama a los cuatro vientos su deportiva filiación. No se si
esta es una de las peñas que ha renunciado a su amor filial hacia el club de
Mesi, pero aquí queda constancia de su dedicación.
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