lunes, 28 de noviembre de 2016

CINCO INTENSOS DÍAS DE CINE


            Cinco días de cine continuado, con múltiples ofertas variadas, a razón de tres por día, lo que hace un total de 15 películas, han formado el programa de la Semana de Cine de Cuenca, recuperada doce años después de que se hiciera la última edición, para celebrar ahora la 19ª. Naturalmente, no está bien que yo ponga aquí elogios y adjetivos, porque soy parte muy directamente interesada, aunque como la empresa de pensarla, organizarla y llevarla adelante ha sido el resultado de un empeño colectivo podría perfectamente envolverme en ese grupo para disimular mi participación. Pero no hay que hacer trampas de ningún tipo: yo estaba ahí, con los demás, para sacar adelante la Semana de Cine de Cuenca.
            El repertorio de problemas ha sido variado, como lo suele ser siempre en estas tareas, sobre todo si el sitio en que se quieren desarrollar es tan complicado como este lugar llamado Cuenca, donde a los obstáculos habituales en todas partes suelen unirse los propios de la idiosincracia propia del sitio. Y no hablo solo de las dificultades económicas, en las que siempre se piensa a la primera y que, naturalmente, existen, sino a otras que pasan por aspectos tan variados como los comportamientos de algunos medios informativos o el alejamiento del sector universitario, que parece no existir para la vida cultural de la ciudad. O ésta no existe para aquel, que viene a ser lo mismo aunque se plantee a la inversa. Y otras cuestiones que no son para comentar en esta tribuna.
            Plantear la Semana de Cine fue un tema que desde el Cine Club Chaplin nos planteamos como una especie de enorme pregunta, un a ver qué pasa, sin tener ninguna seguridad de cual podría ser la respuesta. En estos doce años el mundo ha cambiado, Cuenca también y, desde luego, el cine de ahora ya no es el que era en ese tiempo pasado. Se podían imaginar algunos movimientos, determinadas reacciones, pero como en los experimentos químicos, al fin hay que hacer la prueba experimental de cuyo resultado dependen las respuestas que buscábamos cuando iniciamos el proceso. A pesar de las dudas que pudieran existir, hemos podido comprobar que sigue existiendo un interés suficiente por ver cine en salas y que hay una moderada atracción hacia el cine español, que era nuestro objetivo. Todo podría haber sido mejor y más intenso, pero eso forma parte del estudio final que ahora debemos realizar para analizar lo sucedido.
            En la memoria de quienes hemos asistido, a todo o a gran parte de lo programado, quedan momentos felices, algunos emocionantes, inenarrables, gracias a varias películas excelentes, bellísimas, verdaderamente importantes, tanto en largometrajes de ficción como en documentales y cortometrajes. Y nos quedará para siempre el contacto directo con las personas que hacen esas películas, directores, actores, actrices, guionistas. Aquí no tenemos alfombra roja por donde desfilar el glamour de las estrellas, pero sí hemos tenido un ambiente cordial, amable, con intensas vivencias en torno al cine. Y eso, la verdad, ha estado muy bien.


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