sábado, 4 de junio de 2016

LA CIUDAD ABSTRACTA




        No se cuántas personas son lectores habituales de El País en Cuenca. Ese es, como todo el mundo sabe, el periódico de mayor tirada, difusión, venta y lectura en España, de manera que es previsible que a estas alturas del sábado, sean numerosos, miles o millones, los ojos que se han posado en la primera página del suplemento Babelia y una buena porción de ellos, con toda seguridad, habrá seguido el título para pasar a las páginas interiores donde encontrar el reportaje informativo sobre Cuenca en vísperas de que el Museo de Arte Abstracto cumpla 50 años, dato tan sorprendente como estimulante.
         La autora del documento periodístico, Carmen Morán, ha encontrado un acertado título para jugar con las palabras y los conceptos. Cuenca, polo de abstracción es, en verdad, una frase ingeniosa que viene muy bien para sintetizar lo que ha sucedido en esta ciudad en este medio siglo, desde que Fernando Zóbel (está en la foto, de espaldas, con camisa amarilla) se dejara convencer por Gustavo Torner (al fondo, a la izquierda, de pie junto a la mesa) para instalar aquí la colección personal que había ido formando con obras de artistas de su generación.
         La ciudad, entonces, en aquel verano de 1966, no sabía lo que se le venía encima, de prestigio, fama, popularidad y eco internacional. A lo peor todavía algunos no se han enterado del todo, pero el Museo está ahí, cumpliendo años, incólume y firme, como lo concibió su fundador, sirviendo de ejemplo a otros de similar carácter y menos coherentes y, sobre todo, formando el sustrato básico sobre el que se apoya todo lo que Cuenca puede ser y, más aún, lo que podría ser si no hubiera tanto desconcierto y confusión pululando por las calles y los cenáculos.

       

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