sábado, 30 de abril de 2016

TRABADOS POR UN SUEÑO




            Concha Lledó y Segundo Santos han elegido un espacio singular (muy singular) para enseñar públicamente lo que ocurre cuando han vuelto a unir sus fuerzas y sus ánimos muchos años después (algo así como 30), repitiendo ahora aquella experiencia que estaba asentada en el recuerdo de quienes entonces la conocieron. Ese espacio tan especial (vale aquí el juego de palabras) es la Posada de San José y allí, en sus paredes, las que forman el gran salón del recinto y también en las del comedor, se han distribuido estos no se si llamar cuadros, porque lo son, aunque su contenido no tiene que ver estrictamente con la formalidad del arte sino con la maravilla de las invenciones, ese territorio abstracto por el que pueden circular todas las fantasías imaginables.
            Concha Lledó es, resumiendo su obra, una tejedora de sueños, que con sus habilidosas manos sabe transformar la materia en principio árida de los hilos indecisos para hacer con ellos alfombras, tapices o lo que sea menester. Segundo Santos descubrió cuando era joven la tradicional elaboración del papel, utilizando también materias primas vinculadas a la tierra, y con admirable constancia ha desarrollado a partir de ese punto todo un mundo creativo en el que cabe cualquier figura imaginada o soñada.
            Concha Lledó decidió un día abandonar las asperezas de la breñas serranas conquenses y se marchó a la orilla del mar, donde brilla una luminosidad infinita, inacabable. Segundo Santos prefirió quedarse en ese mismo lugar y en un rincón casi escondido de una callejuela del casco antiguo montó y mantiene su taller papelero, aunque luego tenga un escaparate comercial en la Plaza Mayor. Por encima de esos kilómetros distanciadores, Concha y Segundo han unido ánimos para reverdecer aquella antigua conjunción de ideas que ahora da forma a una exposición titulada Trabados, un reencuentro amistoso, imaginativo, soñador, de técnicas y diseños, una combinación de hilos y papeles que vienen a formar un admirable entramado decorativo por el que circulan alegremente las elucubraciones atrevidas de estas mentes capaces de mover sus manos para que interpreten en formas reales lo que hay escondido en los recónditos pasajes del cerebro. Y, de paso, nos hacen disfrutar con estas visiones suavemente amistosas, cuya amable compañía transforma estos días las paredes de la Posada.




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