Cada vez que paso por la calle de
San Pedro, al llegar a la altura de lo que fue convento de las angélicas y
ahora es sede de la Escuela de Arte “Cruz Novillo” juego interiormente a las
adivinanzas tipo deshoje de margarita: ¿estará abierta? ¿estará cerrada? A
veces toca la flauta y las puertas de la antigua iglesia, ahora sala de
exposiciones, están abiertas, pero la mayor parte se encuentran cerradas. Que
ahí, en ese lugar, se haya montado algo que ver, se convierte así en una
experiencia aleatoria, que debe depender de condiciones muy variadas, cuyo
secreto se me escapa. Pueden ser muestras organizadas a partir de los trabajos
de los pocos alumnos, en otros casos aparecen exposiciones que no han podido
encontrar acomodo en las salas convencionales y recurren a esta, aún contando
con la deficiente publicidad que la acompaña.
El antiguo convento de angélicas es,
como todos los de Cuenca, de una extraordinaria austeridad exterior (también
interior); por fuera, todos ellos son considerables mamotretos arquitectónicos,
sin apenas decoración, estructurados a partir de grandes murallones lisos, con
apenas algún hueco para ventanas y poco más. Pero por dentro casi todos ofrecen
algún encantador espacio, como ocurre con esta iglesia, de una sola nave, que
se acomoda muy bien para recibir exposiciones artísticas, carente ya de
cualquier simbología religiosa que pudiera recordar su anterior dedicación. Es
un espacio sencillo, recogido, amable, bien iluminado, que permite contemplar
sosegadamente, como debe ser, el material expuesto en cada caso, por el que
puede la mirada deslizarse con calma sintiendo en cada momento el interés, la
emoción (a veces, también, el rechazo, ¿por qué no?) de lo que allí se muestra
y que como no responde a ninguna organización preconcebida o un plan coherente,
se presta a las más variadas sorpresas,
según cual sea la propuesta de cada momento.
Ahora, a la iglesia que fue de las
angélicas le toca estar cerrada. Lleva así ya semana y seguramente le esperan
otras más. Hasta que vuelva a tocar la flauta y con el motivo más inesperado se
nos proporcione nuevamente la oportunidad de disfrutar de un lugar tan
delicioso.
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