martes, 8 de marzo de 2016

POBRE DON QUIJOTE, SIEMPRE ZARANDEADO


Para conmemorar debidamente, en forma visible, que nos encontramos en el año Cervantes (ya saben: se cumple el centenario de su muerte) nada mejor que organizar una buena movida callejera y arremeter briosamente, con valor y entusiasmo, contra la figura escultórica en hierro que hace menos de un año todavía quedó instalada en la calle de San Esteban, junto al Centro Cultural Aguirre.
Imagino que, como en ocasiones similares, los valientes descendientes de Vandalia se habrían calentado previamente con las necesarias dosis de alcohol (era sábado, día de botellón, actividad perfectamente consentida en las calles de Cuenca) y también oirían los gritos de entusiasmo de unos sobre otros para animar a los protagonistas a llevar adelante la operación destructora que, finalmente, logró sus objetivos, dando con la figura en tierra, donde quedó el buen e inocente caballero tendido cuan largo es (cuatro metros de altura) víctima en este caso no de aspas de molino ni de recipientes de cuero sino de la furia juvenil que hace de esta ciudad un emporio para la incultura, la cutrería y lo soez como forma habitual de convivencia.
Como es natural, se ha abierto una investigación. Siempre se abre una investigación. Nunca se sabe que las investigaciones lleguen a ningún sitio, pero la autoridad se consuela sabiendo que ha abierto una investigación y así tranquiliza su inoperancia impotente.
El herrero de San Antón, José Luis Martínez, cargado con la filosofía estoica que anima su trabajo, ya ha puesto manos a la obra de recomponer la escultura. Que se sepa, nadie se lo ha encargado y tampoco nadie (del estamento oficial municipal), según me dicen, se ha acercado a darle las gracias. Yo si lo he hecho. Mientras hacía las fotos del desastre hemos intercambiado algunas amargas palabras sobre la situación en que vivimos y la tolerancia ciega que ya forma parte de la naturaleza de lo conquense. Y le he dado las gracias. Por su trabajo, por su paciencia inconmovible, por la serenidad con que asume volver a poner en pie a Don Quijote. Porque esa es la mejor forma de combatir a los bárbaros: volver a empezar una y otra vez, hasta que se cansen o busquen otro objetivo en el que descargar su furia animal.


No hay comentarios:

Publicar un comentario