miércoles, 26 de agosto de 2015

VUELVEN LAS OBRAS A MANGANA


            Verdaderamente, es muy consolador comprobar que la actividad ha vuelto a la Plaza de Mangana con el objetivo, parece que ahora va en serio, de llevar a buen fin el larguísimo proyecto que lleva gestándose más de diez años con un objetivo cambiante al hilo de las circunstancias y que ahora va orientado a ese concepto ambiguo, por no decir confuso, al que se llama “musealización”. Sea lo que fuere, como están trabajando en él nos podemos dar con un canto en los dientes a la vez que elevamos plegarias a todos los dioses celestiales deseando que no vuelvan a surgir inconvenientes ni problemas. En la obra, el cartelón informa que hay ocho meses de plazo para la finalización, con casi un millón de euros en juego.
            El anterior intento se interrumpió en 2013, cuando la empresa entonces adjudicataria recurrió a ese perverso pero habitual tejemaneje consistente en iniciar los trabajos y a continuación pedir revisión de precios, al descubrir que ha calculado mal y que la obra costará mucho más de lo que había ofertado. Cuando tiró la toalla, apenas si había actuado sobre el 15 por ciento del proyecto, o sea, nada. Y así hemos vivido, los últimos dos años (tras los muchos acumulados de antes), con las zanjas abiertas y canalizando agua para poder destruir el muro de Alfonso VIII mientras los fragmentos de muralla se iban descomponiendo al paso del tiempo.
            Pero fuera lamentos. Ahí está lo que queda del alcázar musulmán, los mínimos restos del palacio de los Hurtado de Mendoza, los cimientos de la iglesia de Santa María, quizá de la sinagoga, incluso de alguna vivienda de las que formaron el abigarrado barrio popular sobre el que se levantó la torre de Mangana y luego, ya en la modernidad, el monumento a la Constitución, sin olvidar el mamotreto del ascensor del aparcamiento que hay debajo.
            Hay que cruzar los dedos para que todo salga bien esta vez y al fin podamos recuperar el uso y disfrute de la desdichada plaza. Por lo pronto, nos podemos consolar (y disfrutar) con la actividad laboral mientras nos preguntamos qué estarán haciendo y a dónde nos conducirá el montaje que llevan entre manos.