Verdaderamente,
es muy consolador comprobar que la actividad ha vuelto a la Plaza de Mangana
con el objetivo, parece que ahora va en serio, de llevar a buen fin el
larguísimo proyecto que lleva gestándose más de diez años con un objetivo
cambiante al hilo de las circunstancias y que ahora va orientado a ese concepto
ambiguo, por no decir confuso, al que se llama “musealización”. Sea lo que
fuere, como están trabajando en él nos podemos dar con un canto en los dientes
a la vez que elevamos plegarias a todos los dioses celestiales deseando que no
vuelvan a surgir inconvenientes ni problemas. En la obra, el cartelón informa
que hay ocho meses de plazo para la finalización, con casi un millón de euros
en juego.
El anterior
intento se interrumpió en 2013, cuando la empresa entonces adjudicataria
recurrió a ese perverso pero habitual tejemaneje consistente en iniciar los
trabajos y a continuación pedir revisión de precios, al descubrir que ha
calculado mal y que la obra costará mucho más de lo que había ofertado. Cuando
tiró la toalla, apenas si había actuado sobre el 15 por ciento del proyecto, o
sea, nada. Y así hemos vivido, los últimos dos años (tras los muchos acumulados
de antes), con las zanjas abiertas y canalizando agua para poder destruir el
muro de Alfonso VIII mientras los fragmentos de muralla se iban descomponiendo
al paso del tiempo.
Pero fuera
lamentos. Ahí está lo que queda del alcázar musulmán, los mínimos restos del
palacio de los Hurtado de Mendoza, los cimientos de la iglesia de Santa María,
quizá de la sinagoga, incluso de alguna vivienda de las que formaron el
abigarrado barrio popular sobre el que se levantó la torre de Mangana y luego,
ya en la modernidad, el monumento a la Constitución, sin olvidar el mamotreto
del ascensor del aparcamiento que hay debajo.
Hay que
cruzar los dedos para que todo salga bien esta vez y al fin podamos recuperar
el uso y disfrute de la desdichada plaza. Por lo pronto, nos podemos consolar
(y disfrutar) con la actividad laboral mientras nos preguntamos qué estarán
haciendo y a dónde nos conducirá el montaje que llevan entre manos.