lunes, 29 de junio de 2015

HOMER SIMPSON ACOMPAÑA A SANTIAGO PALOMERO

           
            Como no es frecuente encontrar en un periódico nacional la firma de un colega provinciano conviene hacerse eco en este ágora cultural de la interesante aparición de Santiago Palomero en El País del pasado sábado (27 de junio, página 16) con un artículo ingenioso, creativo, informativo y, sobre todo, incitador para que todos nos acerquemos a los museos con una nueva visión, un espíritu predispuesto a encontrar entre esos muros y a través de sus salas un mundo plagado de sensaciones y emociones.
            Santiago Palomero es, naturalmente, por oficio y vocación, un apasionado de los museos, singularmente del que él dirige, el Sefardí de Toledo, una de las pequeñas maravillas, entre muchas, que ofrece la llamada tópicamente ciudad imperial y, más coloquialmente, capital de nuestra Comunidad Autónoma. Al autor del artículo lo tenemos cerca como paseante habitual del casco antiguo de Cuenca en épocas de vacaciones, ocasiones siempre propicias para pegar la hebra con él y aprender algo, sobre la cultura en general y mediante atinadas observaciones sobre los frecuentes desastres que recaen sobre nuestra ciudad histórica. Ahora, en este artículo, Palomero nos abre una maravillosa perspectiva sobre la forma de encargar, desde una óptica moderna, la visita a los museos, en los que se puede encontrar lo mismo el amor inesperado de una bella mujer que los mejores estímulos para los sentidos.
            Si no conocéis el artículo, os sugiero su lectura. Ya sabéis dónde. Y, de paso, se tenéis un rato libre, se puede utilizar para dar una vuelta por cualquiera de los museos que estén más al alcance de la mano. En Cuenca o en cualquier otro sitio pero mejor en los de aquí, que no todos los conquenses visitan con la frecuencia que sería deseable.


WERT RECUPERADO PARA EL PENSAMIENTO LIBERAL


El gobierno pierde un ministro y el mundo recupera un liberal reconocido. Hasta hace tres años y medio, José Ignacio Wert figuraba en la nómina de intelectuales de sólido prestigio, orador brillante, polemista ingenioso, pensador atrevido, que exponía abiertamente sus ideas progresistas con sólida base en elementos culturales. Todo el mundo se frotó las manos al saber que Rajoy le había elegido para ostentar la cartera de Educación y Cultura, con el apéndice del Deporte, que nunca sabe uno muy bien qué pinta en ese organigrama. Fue tomar la cartera, sentarse en el despacho, empezar a tomar decisiones y ponerlo todo mangas por hombro, consiguiendo eso tan difícil que es poner de acuerdo a todo el mundo, incluyendo la ciudadanía y los simpatizantes de su propio partido, que un mes tras otro ha venido votando en las encuestas de opinión para ponerlo a la cola de todo el gabinete, con las peores notas imaginables. Aunque eso, a él, todo hay que decirlo, no le ha importado un comino, orgulloso siempre de sus desafueros, tanto en materia educativa como cultural. Inmune a broncas, a desplantes de personas que se han negado a darle la mano, a los comentarios ácidos de quienes tienen la capacidad de opinar, Wert ha paseado su sonrisa de soberbio prepotente sin alterar la faz mientras a su lado se hundía todo el sistema social tan laboriosamente elaborado durante años. Lo deja hecho unos zorros, incluyendo al partido que abandona a seis meses de las elecciones para irse en busca del dolce far niente que le espera en París, junto a su amada colaboradora, Montserrat Gomendio. Premio injusto, dicen en el seno del PP (y no les falta razón) a quien tanto daño ha hecho al partido, al gobierno y, sobre todo, a la sociedad española. Ahora, durante una temporada, se dará la buena vida a la sombra del Louvre y la Tour Eiffel y luego, dentro de unos años, regresará reciclado como el buen liberal crítico y culto que fue antes de emborracharse del inocuo poder que se desprende de una cartera ministerial.

            Por cierto, en todo este asunto del cambio ministerial solo se habla de Educación, los problemas y las fúnebres perspectivas que se abren hasta este sector tan fundamental en la vida de un país, pero muy poco se dice de la otra mitad del departamento, la Cultura, degradada por Wert al nivel más ínfimo que se recuerda. De las primeras palabras del nuevo ministro no cabe deducir muchos cambios pero ya sabemos que la esperanza es lo último que debe perderse.

viernes, 26 de junio de 2015

LOS ESCRITORES TIENEN ROSTRO


José Luis MUÑOZ

            Los amigos de cuestiones culturales, especialmente si tienen aficiones literarias, turistas curiosos y desocupados en general tienen una interesante manera de entretener aficiones, curiosidades y ocios, dando un paseo, todo lo detallado y premioso que quieran, por las salas de la Fundación Antonio Pérez, que estos días y durante todo el verano, están dedicadas a una interesantísima exposición fotográfica, El rostro de las letras, resultado de una múltiple colaboración institucional coordinada por Publio López Mondéjar, el gran especialista español en historia de la fotografía, miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y conquense de nacimiento, por más señas, detalle localista que siempre conviene mencionar para que no haya equívocos.
            En ese paseo, entretenido y cargado de sugerencias, encontramos una apabullante colección de imágenes de escritores, tertulias y ambientes literarios desde los primeros tiempos de la captación de fotografías hasta vísperas de la guerra civil. Son, por tanto, obras que pertenecen a la arqueología de la técnica fotográfica a la vez que un apasionante retablo que nos acerca los rostros, los gestos, las actitudes, costumbres y casi obsesiones de esas personalidades que conocemos a través de su obra pero que ahora se convierten en figuras reales, visibles, casi tangibles. Algunas de esas fotografías ya las conocíamos, incorporadas a otros textos, pero la mayoría resultan casi inéditas y, desde luego, lo que impresiona es verlas todas juntas. Ahí están los grandes nombres de lo que algunos quieren llamar la Edad de Plata de las letras españolas y que casi viene a ser también de oro, como la legendaria de los tiempos clásicos. Personalidades incombustibles, como Machado (los dos Machado), Valle Inclán, Baroja, Pérez Galdós, Rosalía, Pereda, Azorín, Ortega, Unamuno, Azaña, Benavente, Gómez de la Serna y el repertorio inmenso de todos los que marcaron esa época, desde el Romanticismo hasta la guerra civil, tan fecunda en las letras como apasionante en la sociedad y la política aparecen ahora en las paredes de la Fundación, mirándonos fijamente, con semblantes lúcidos que parecen seguir vivos, contemplando este presente que muchos de ellos imaginaron sin acertar nunca a predecir las condiciones en que se produciría ese futuro. Hay, en el deambular por las salas, un intercambio de miradas, las nuestras sobre ellos y a la inversa, experiencia que proporciona a esta exposición una notabilísima vigencia.
            Son dos centenares de obras gráficas, que se complementan con algunos libros y documentos pero es también un breve repaso por la historia de la fotografía, desde los tiempos del daguerrotipo hasta el explosivo comienzo de la prensa gráfica, ya en los albores del siglo XX. Como se dice en el folleto explicativo, y yo recojo sin tapujos, los visitantes descubrirán una gran selección de fotografías colecciones de postales, folletos, ediciones de novelas populares con las efigies de los escritores, álbumes en los que se guardaban los retratos familiares y de las celebridades del día y ejemplares de las grandes revistas ilustradas de la época, en las que se publicaban regularmente los retratos de nuestros escritores. Todo ello completado con citas y frases de los autores más brillantes de los que están representados en la muestra. Lo dicho: una forma muy útil e instructiva de ocupar el tiempo libre veraniego, que es mucho.
            Quizá, por poner un pero, apropiado al espíritu crítico que uno lleva dentro, podría decir que se echan en falta algunos autores conquenses. Hay, me parece, una solitaria representación, mediante la portada de un libro de Rafael López de Haro en que aparece su imagen, pero no hay nada de González-Blanco, o de Luis Esteso, por señalar dos nombres muy significativos de la presencia de Cuenca en la literatura anterior a la guerra civil.

(Una de las fotografías expuestas, la histórica tertulia de Pombo, dirigida por Ramón Gómez de la Serna)



jueves, 11 de junio de 2015

LA TRACA, VISTA DESDE CUENCA



Recojo aquí, en este rincón apacible dedicado a reseñar sucesos cotidianos de la cultura conquense, la aparición de un libro que, sin afectarnos de manera directa, sí lo hace a través de su autor, Antonio Laguna Platero, decano de la facultad de Ciencias de la Información de Cuenca y persona muy interesada, además de preparada, sobre los avatares de la historia del Periodismo español. A ese género pertenece este libro, Vicente Carceller, el éxito tráfico del editor de La Traca (Ediciones El Nadir) que viene a poner sobre la mesa un asunto del mayor interés, por más que son cuestiones habitualmente situadas en segundo plano. Pero además, o más allá, de la historia grande de la Prensa española, la de los títulos solemnes y de considerable influencia política (con el incombustible ABC en cabeza, que no en vanguardia) hay también otra que tiene que ver con la estructura mas a pie de calle, la popular, reflejada igualmente en títulos de enorme impacto en el público al que iba dirigido y también en el otro, el serio y formal, que de manera más o menos explícita acudía también a sumergirse en esas páginas casi malditas.
Ahí aparece La Traca, revista satírica creada en Valencia en 1884 por Vicent Miquel Carceller. Conoció diversas etapas y también otros títulos (La Chala, La Sombra), con los que ocultar o disimular las acometidas de la censura, o sea, del poder político, siempre incómodo con tan molesta presencia. Tras unas etapas de inseguridad, Carceller la reabrió en 1911 y ahí empieza su periodo más fructífero e influyente (el promotor fue encarcelado en 1912 por una caricatura de Alfonso XIII). Como es lógico, el humor corrosivo de la revista encontró su mejor momento durante la República, mientras que, como también se puede imaginar, las etapas dictatoriales, Primo de Rivera, Franco, fueron nefastas para la publicación, y más aún para la persona, porque Carceller fue fusilado en 1940, sin contemplaciones, como sospechoso de apoyar a grupos revolucionarios.
El autor de este interesantísimo acercamiento a La Traca, Antonio Laguna Platero es doctor en Historia por la Universidad de València y, como ya señalado al comienzo, decano de la Facultad de Ciencias de la Información de Cuenca. Ha sido profesor de Historia del Periodismo en la Fundación San Pablo CEU. También ha sido director de comunicación de distintas organizaciones e instituciones y se ha especializado en el ámbito de la comunicación política.


jueves, 4 de junio de 2015

DE PASEO POR LA FERIA DEL LIBRO


Da gusto leer los periódicos (de Madrid), oír las emisoras (de Madrid) y ver docenas de telediarios y programas informativos y culturales, que se deshacen hablando de la Feria del Libro… de Madrid. Quienes hemos estado en ella en alguna ocasión sabemos que es un auténtico gozo, una alegría, un despliegue de humanidad participativa y alegre, en torno al libro y a las casetas en que los libros se exponen. También la de Cuenca tenía algo de eso, en pequeñito, muy abarcable con la mirada y el paseo, pero era una ocasión entretenida de conocer escritores, conocer las novedades últimas, reencontrar algún viejo título olvidado o desconocido, entablar conversación con los amigos, aprender cosas nuevas y dejar que el ánimo fluyera libremente en esa envoltura amable, silenciosa pero cordial, que los libros proporcionan. Todo es ya un recuerdo. Quienes pueden hacerlo han decidido que en Cuenca no haya Feria del Libro. No han dado explicaciones: simplemente, lo han decidido así.
Hace un mes promoví un intento de recuperación de la Feria del Libro de Cuenca. Eran vísperas electorales, estábamos en campaña y pensé que sería una buena ocasión para que unos partidos políticos, ajenos por completo a preocupaciones por la Cultura (eso sí los iguala a todos) podrían ver en este tema una vía interesante para elevar sus propuestas ante la formación de un nuevo consistorio municipal. Vaya chasco. Ni uno solo reaccionó ni mostró el menor interés por semejante asunto, que provocó idéntica indiferencia entre los libreros y los bibliotecarios. Sólo un amable grupo de escritores y personas afines (en torno a 50) envió mensajes de simpatía, solidaridad y apoyo. Los dos principales candidatos a la alcaldía dieron la callada por respuesta, a pesar de que les llevé el escrito personalmente: con contestaron ni por educación.

Con ese panorama debemos pensar que ha llegado el momento de despedirnos definitivamente de la Feria del Libro. Y no haré ninguna otra consideración más, aunque el tema podría proporcionar muchas y muy jugosas.

martes, 2 de junio de 2015

CELEBRACIÓN EN TORNO A PERFIL


El instituto “Alfonso VIII” ha cumplido 170 años (bien es cierto que desplazado desde su espacio natural hacia esa suerte de destierro en las afueras a que ha sido condenado por la impericia administrativa) y su revista Perfil, recién aparecida en este mes de mayo que acaba de morir luce en su cabecera nada menos que el número 91, en su año número 66 de vida. Se convierte así en la publicación decana de cuantas aún sobreviven en Cuenca y, ciertamente, son ya muy pocas, porque la prensa escrita, en general, lleva un camino turbulento cuando no tormentoso.
La aparición de este último número de Perfil (y ojalá no sea el último) coincide con una serie de acontecimientos internos con que el Instituto ha venido celebrando su 170 aniversario y la concesión de la medalla de oro de la ciudad de Cuenca, entregada por el alcalde Juan Ávila a la actual directora del centro, María del Carmen Palomares. Entre esos actos hubo una muy interesante exposición en la que, una vez más, pudimos disfrutar de la siempre enriquecedora visión de los instrumentos que forman el museo Juan Giménez de Aguilar.
El primer número de Perfil se publicó el 30 de noviembre de 1949, bajo el impulso del catedrático de Filosofía del centro, Antonio Martín Alonso, un personaje ciertamente singular, aunque en Cuenca nadie (o casi nadie) lo recuerde pero fue uno de esos destacados profesores de Enseñanza Media que aterrizó un buen día en nuestra ciudad y aquí desarrolló una actividad ejemplar, no sólo dentro de las aulas, sino también fuera de ellas, ejerciendo un notable influjo en el ámbito ciudadano. Fue el primer jefe de estudios del instituto, puso en marcha la revista hablada "Musa musae", a través de Radio Nacional de España en Cuenca e impulsó numerosas iniciativas culturales, especialmente en el ámbito musical, con destino no solo para los alumnos, sino hacia toda la sociedad conquense.
            Abandonó Cuenca en 1956, al ser nombrado inspector, pero como era un hombre inquieto continuó desarrollando múltiples iniciativas, alguna tan popular como el Bachillerato Radiofónico o Radio Reválida; fue el creador de los Coros nacionales de Enseñanza Media y el iniciador y promotor de los Medios Audiovisuales aplicados a la enseñanza media. En este tiempo de celebraciones académicas en el Instituto, no está de más, creo yo, recordar la figura de aquel excelente profesor que dio vida a Perfil.



LOS BARRACONES DE LA ESTACIÓN


Siempre se me despierta algo parecido a la envidia (sana envidia, decían los antiguos para justificar un sentimiento tan malsano, castigado por la doctrina de los puritanos) cuando leo noticias que hablan de iniciativas que podrían muy bien tener acomodo entre nosotros, porque son asequibles, realizables y no excesivamente caras. Acabo de encontrar una de ellas: el propietario de la conocida firma de modas Prada ha financiado la apertura de un centro cultural utilizando las abandonadas instalaciones de una antigua destilería. En ese ámbito, habrá una exposición permanente combinándola con actuaciones en vivo, proyecciones de cine, debates sobre la cultura, etc. De todo ello me quedo con la segunda parte de la ecuación. Es decir, no pienso para nada en el multimillonario promotor pero sí en el espacio elegido para montar la actividad, que no es un mamotrético edificio construido con todos los despilfarros posibles (de los que hay tantísimos ejemplos en todo el mundo, incluyendo el estúpido Bosque de Acero conquense) sino de la reutilización de algo ya edificado, sencillo, popular, de carácter industrial, abandonado en su uso porque los tiempos tienen otras exigencias. Eso me lleva a recordar que hace unos años unas cuentas personas promovimos el intento de recuperar, con fines parecidos, algunos de los grandes cocharones destartalados que aún se mantienen en pie en los terrenos de la estación del ferrocarril, y que cualquier día caerán sin piedad cuando algún listo decida enviar allí la piqueta demoledora, sin avisar. Esas instalaciones, como toda la estación, por otro lado, son un símbolo visual de una época de esta ciudad, un recuerdo tangible de cuando existían trenes de verdad, que pasaban constantemente, muchos de ellos mercancías encargados de transportar todo tipo de materiales, formando un tráfico que entretenía muchísimo a los niños y a los mayores, para quienes ir a pasear a la estación era una ocupación cotidiana y muy estimulante. Pasó todo, como pasa el tiempo, y esas grandes naves quedaron ahí, aparcadas, fuera de uso, dormidas si no es que están ya muertas. Antes de que las hundan del todo, convendría mantener en pie al menos una de ellas como recuerdo simbólico de aquella época. Y reutilizarla, naturalmente, como sencillo centro cultural, teniendo en cuenta, además, que en esa zona moderna de la ciudad, densamente poblada, no hay ninguno y sus habitantes también tienen derecho a tenerlo.