viernes, 29 de mayo de 2015

RENACE EL JARDÍN DE LOS POETAS



"Espacio abierto al cielo, desde el que la Cuenca de la imaginación recibe de los dioses sus amparos" escribió un día Florencio Martínez Ruiz refiriéndose al proyectado y nunca visto, pero siempre ansiado, Jardín de los Poetas, bautizado así, con este nombre, oficialmente, por el Ayuntamiento de Cuenca en un acuerdo del 18 de mayo de 1956. El día anterior, el pleno municipal había acordado grabar en piedra un soneto del poeta Federico Muelas, para situarlo en el jardín, que recibió su confirmación como ámbito literario un día de septiembre de 1957 en que un grupo de escritores llevó a cabo un homenaje a Luis Astrana Marín, en una noche memorable que sirvió de un lado como reencuentro de la ciudad con el hosco personaje, auténtico provocador literario y a la vez de encuentro colectivo de todos con todos.
El proyecto del Jardín de los Poetas había sido preparado por el concejal Florencio Cañas, que no sólo aspiraba a utilizarlo para tertulias y recitales, sino que incluso tenía previsto equipar una celda del viajero poeta, en la torre de san Gil, donde se daría posada a quien quisiera residir en ella y pasar una temporada en Cuenca, escribiendo.
El homenaje a Astrana fue ideado por Enrique Domínguez Millán, que acertó a reunir a 17 personalidades del mundo de las letras: Luis Gallástegui, Timoteo Marquina y Fernando Delgado (que habían sido estudiantes del seminario de paúles); Carlos de la Rica, Leandro de la Vega, Amable Cuenca, Miguel Valdivieso, Acacia Uceta, María Paz Viloria, Andrés Vaca Page, Mauricio Monsuárez y Federico Muelas, junto con el propio Domínguez Millán y la ausencia de Cayo Cardete (sus versos sí estuvieron) y dos espontáneos añadidos: Juan Ignacio Bermejo Gironés y Alfredo Pallardo.
La velada suscitó un profundo entusiasmo en todos, que veían ya realizado el sueño de habilitar un Jardín Literario al amparo de la torre de San Gil. Carlos de la Rica ha recordado el fracaso de aquella idea: "Ni biblioteca vino, ni llegaron visitantes ni, por repetir, se repitieron versos. Aquellos días le repetía machaconamente a Florencio Cañas que se dieran prisa, que lo hicieran todo, que lo que ellos no llevaran a término, ahí se quedaría y así fue, así pasó".
Y pasó, en efecto, pues ni se habilitó la celda en la torre, ni se puso el soneto de Federico Muelas a Cuenca grabado en piedra viva, ni hubo biblioteca de poesía, ni nada de nada. Queda sólo la nostalgia, a la que recurrentemente aludían quienes vivieron aquella jornada única e irrepetible.
Ahora, tras una larguísima espera de años y años, con obras permanentemente interrumpidas y la verja del jardín bien cerrada, los trabajos vuelven a ponerse en marcha para concluir -¿será posible o habrá una nueva interrupción?- las obras de recuperación de los restos de San Gil y su entorno. Nadie dice cual será su destino, una vez concluidos los trabajos, pero ni los más optimistas se atreven a pensar que en los tiempos que corren al Ayuntamiento de Cuenca se le ocurra promover aquí un Jardín de los Poetas, aunque así se llame el recinto. A saber qué prosaica idea se les ocurrirá a los concejales de este tiempo. Aunque, según me comenta el gerente del Consorcio (entidad que financia las obras) la intención municipal inicial es recuperar aquel antiguo espíritu que estuvo en el origen del Jardín y volver a convertirlo en un ámbito literario, incluso aportando la piedra grabada con el emblemático soneto a Cuenca de Federico Muelas.



jueves, 28 de mayo de 2015

LA ERMITA DE LA VIRGEN DEL PUENTE



            Dentro de no mucho, en 2018 (apenas nada, un suspiro en la marcha veloz del tiempo) se cumplirán doscientos años desde el día en que el rey Fernando VII otorgó al Ayuntamiento de Cuenca el derecho de propiedad, junto con la obligación de custodiarla y mantenerla, de una sencilla ermita situada junto al puente de San Antón y dedicada a una no menos sencilla imagen conocida popularmente, por ello, como la Virgen del Puente. Como regalo previo para incorporar al centenario, el inmueble ha recibido recientemente el reconocimiento de Bien de Interés Cultural, con la categoría de monumento, lo que antiguamente se llamaba monumento nacional (cuando esa palabra, nacional, podía utilizarse con normal libertad, sin despertar las iras de nadie).
            Podríamos preguntarnos por qué ha tardado tanto tiempo en llegar esa distinción honorífica, teniendo en cuenta que la mayoría de las iglesias de la ciudad ya cuentan con ella desde hace años mientras que la tramitación de ésta se ha prolongado durante un tiempo a mi juicio excesivo. En efecto, durante varios años (menos en los últimos) menudearon esas declaraciones para un considerable número de templos conquenses, casi todos los de la ciudad y algunos muy meritorios de la provincia. En esa cascada, sorprende que la iglesia de la Virgen de la Luz quedara descolgada cuando, objetivamente, ofrece mayor número de valores arquitectónicos y artísticos que otras muchas. Recordaremos, por si alguien no lo sabe, que estamos ante uno de los más destacados ejemplos de estilo rococó religioso de cuantos existen en España, porque esa modalidad tardía del barroco fue aplicada generosamente en edificios civiles, pero muy raramente en recintos de culto. Aunque la estructura arquitectónica se encuentra distorsionada por la incrustación desmesurada de altares e imágenes de Semana Santa, sí puede admirarse con total diafanidad la espectacular cúpula elíptica, obra excelsa del inmenso José Martín de Aldehuela, cuya mano llegó a tiempo no solo de reparar los cuantiosos daños producidos por los desastres de la guerra sino de embellecer el recinto y darle ese aspecto ligero, colorista, coqueto y verdaderamente admirable, rompiendo con la severidad tradicionalmente impuesta a las iglesias castellanas.

            En las advertencias legales que acompañan al texto del expediente se señalan algunas cuestiones que lleva implícita la declaración que se tramita, entre ellas que en el entorno del templo no se podrá instalar publicidad, cables, antenas, conducciones o cualquier otro elemento que reduzca o perjudique la adecuada apreciación del edificio en su propio ámbito natural. Asunto que ya deberían tener en cuenta, tomar nota y empezar a aplicar tantos aficionados como hay en esta ciudad a colocar por doquier carteles, banderolas, contenedores, apliques y toda clase de adminículos encargados de entorpecer la visión de los edificios monumentales. Y en eso incluyo los multiformes objetos que unos y otros acostumbran a depositar a las puertas del templo. Pese a todo, pelillos a la mar y celebremos que la iglesia del Puente sea ya oficialmente un monumento que todos los conquenses deberían conocer y ¡ay! no conocen.

viernes, 22 de mayo de 2015

QUO VADIS, CUENCA?


Termina, por fortuna, la campaña electoral más desvaída e inocua, a la vez que aburrida y repelente, en la que hemos podido asistir a espectáculos ciertamente bochornosos y propuestas vacías de contenido en las que, eso sí, se han deslizado promesas sin cuento. Dichosa edad aquella y tiempos dichos aquellos en que los interesados por la cosa política (y yo, además, cumpliendo las tareas de periodista) podíamos disfrutar de auténticos discursos, preparados con sentido común y transmitidos de manera firme, con convicción y elegancia, en ambientes de sana alegría política y participación popular. Cuando decimos estas cosas se nos llama viejos decadentes y, encima, los profetas de la modernidad pretenden borrar de un plumazo la época de la transición. Aquellas sí que eran campañas, aquellas sí que eran elecciones emocionantes, vivas, con una presencia activa y crédula en lo que se estaba haciendo. Ahora, una parte del electorado va como borriquillos enlazados al ronzal de su amo, a votar disciplinadamente lo que ordena el partido o la servidumbre ideológica mientras otra parte, considerable, iremos a la fuerza, venciendo las ganas de quedarnos en casa y que les zurzan a todos los que nos han llevado a esta miseria.
Lo mejor de la cita electoral es que termina la campaña y así dejaremos de oír la retahila de sandeces de mal gusto que nos ha martirizado estos días. Entre ellas, no ha habido hueco para la cultura. Ni una propuesta seria, ni un programa coherente, ni una invención novedosa, ni un remedio para los infinitos males que nos aquejan desde que unos y otros decidieron hundir la débil estructura que se había ido formando trabajosamente durante años. Eso sí, cuando hay ocasión, los políticos se llenan las bocas de palabras llamadas a engatusar a los tontos: Cuenca es la capital cultural de Castilla-La Mancha, Cuenca es la ciudad más cultural de la Celtiberia, Cuenca es un receptáculo cultural de primer orden y otras mentiras parecidas que seguramente ellos se creen a pesar de la poca convicción que ponen en sus palabras. No ha habido espacio para la Cultura en esta campaña electoral, quizá porque tampoco lo hay en los programas y, lo que es, peor, porque ninguno de ellos tiene idea de en qué consiste la Cultura, cual puede ser la aportación de la Cultura al progreso de Cuenca y a la mejora de las condiciones vitales de sus habitantes y visitantes. Y, por supuesto, ninguno tiene la menor intención de variar el rumbo agónico de los últimos años para embarcarnos en un viaje placentero hacia un futuro mejor. Triste situación de la cultura en Cuenca y más triste el destino que nos aguarda, si no surge un milagro.
En este panorama desolador he ido siguiendo las intervenciones de unos y otros esperando que entre los nuevos partidos surgiera también alguna propuesta novedosa, algo renovador e ilusionante. Esperanza frustrada. Los nuevos coinciden totalmente con los viejos en ignorar que existe algo llamado Cultura. Y en no tener ninguna aportación interesante que hacer. El problema más importante de esta ciudad es la peatonalización de Carretería y qué hacer con las infames tablas que la cubren. Lo demás no interesa mucho. Y, desde luego, la Cultura, poco. Así que ya sabemos lo que nos espera en este asunto, gane quien gane.


PHOTOESPAÑA LLEGARÁ A HUETE


Está en marcha una nueva edición de PhotoEspaña, la número 18, que iniciará su andadura en el ya cercano 3 de junio, teniendo la ciudad de Cuenca (la Fundación Saura) como uno de sus puntos de referencia, pero ampliándola a otro sitio del que se ha venido hablando mucho los últimos años hasta que finalmente parece llegada la hora de verlo en realidad. Se trata del titulado Museo de Fotografía y Artes Visuales, que se ha estado preparando en el reconvertido convento de Jesús y María, en Huete, donde quedará instalada una muestra monográfica dedicada a las obras maestras de Francesc Català-Roca, situada en la planta baja del claustro y que será inaugurada el día 12 de junio, coincidiendo con la propia inauguración del museo.
Por otra parte, PhotoEspaña repetirá presencia en la Casa Zavala de la capital, con una exposición dedicada a la obra del cubano Osvaldo Salas, que podrá verse, como la de Huete, hasta el 30 de agosto. Osvaldo Salas (1914-1992) inició un temprano camino por el arte, pero sin embargo, cuando tuvo que partir a Nueva York junto a su familia, abandonó su proyecto de juventud. Años más tarde regresó al arte de forma autodidacta y entre 1950 y 1958, alcanzó prestigio como fotógrafo. Colaboró con múltiples publicaciones retratando a estrellas del cine como Marilyn Monroe, Ava Gardner, Salvador Dalí y Sara Montiel, y a ases del deporte como Joe DiMaggio o Rocky Marciano.
Pero siendo importantes estas dos exposiciones, sin duda lo más destacado de esta cita es la posibilidad de recuperar para un uso público el convento de Jesús y Maria (conocido popularmente como El Cristo), anexo a la iglesia de Santa María de Castejón y en el que destaca sobremanera su espectacular claustro, obra renacentista levantada en el siglo XVI y que pasó a dominio público durante la desamortización del XIX. Durante años (décadas) ha sido un problema saber qué podría hacerse con este voluminoso inmueble, en el que se vienen haciendo obras de restauración nada menos que desde 1984. El proceso y las dudas empezaron a despejarse ya entrada la segunda década del siglo XXI, orientándose los trabajos hacia la formación de un museo de la Fotografía, auspiciado por la Diputación, aunque ahora vemos, en la denominación final, que se le ha añadido también lo de “artes visuales”, sin que sepamos todavía muy bien a qué se refieren con eso. Lo descubriremos dentro de muy poco tiempo, tan pronto como abra sus puertas el museo optense.


martes, 19 de mayo de 2015

PRIEGO, OTRA VEZ CON LA POESÍA




Se anuncia una nueva cita poética en Priego. A pesar de los avatares que cada año sobrevuelan amenazadores, las Jornadas iniciadas hace ya tantos años sobreviven y reviven cada verano, mostrando una eficaz resistencia ante las circunstancias cambiantes que nos han todaco vivir. Allí estarán, los días 1 y 2 de julio, ocupando la tribuna, el estrado o sencillamente la mesa de conferenciante, figuras ya habituales en estos encuentros como Juan Manuel Molina Damiani, Manuel Rico o Juan José Lanz, junto con otros nombres nuevos, que se incorporan este año por su conocimiento especializado en la figura del poeta que centrará las sesiones, como son José Luis Esparcia, Francisco Morales Lomas o Ángel Luis Prieto de Paula. Todos ellos dirigidos por Martín Muelas con el apoyo desde la secretaría de Ángel Luis Luján Villaverde. Y en medio de todos, o junto a todos, profesores y alumnos, la bonhomía siempre generosa y cercana de Antonio Hernández (Arcos de la Frontera, 1943), también figura siempre presente en los encuentros de Priego, al que le llega ahora el momento de convertirse en centro de atención y estudio tras una larga, prolífica andadura por los caminos de la poesía y la prosa, en la que ha recibido el premio Adonais, el Miguel Hernández, el Vicente Aleixandre, el Tiflos, el del centenario del Círculo de Bellas Artes de Madrid y en dos ocasiones (1994 y 2014) el premio Nacional de la Crítica, este último año, el más reciente, por su impresionante poemario Nueva York antes de muerto. También fue ganador del premio Andalucía de novela. En Priego es la cita, con la poesía y con Antonio Hernández, que en la última sesión del ciclo, al atardecer del día 2, ofrecerá un recital de su obra a través de una selección de poemas.


EL ESCULTOR FERNANDO BUENACHE


Fernando Buenache es un personaje singular, mezcla de artista y tabernero, que ha situado su feudo operativo en el pueblo al que pertenece y donde vive y que, para mayor inmersión total, encima lleva su propio nombre, Buenache de la Sierra, uno de los lugares más auténticos de la Serranía de Cuenca, de los pocos que aún conservan algo del sabor peculiar, en costumbres y en disposición urbanística, resistiendo en ese carácter a pesar de la ofensiva que ha llevado a la mayor parte de nuestros pueblos a una total desnaturalización ambiental y afectiva. Pero ese es otro tema. El de hoy se refiere a Fernando Buenache, dedicado desde hace muchísimos años a involucrar los elementos de la naturaleza, piedras y árboles, en la decoración monumental de su pueblo. Con constancia personal y un considerable estímulo imaginativo, ha ido regando los alrededores con enormes piezas vegetales y pétreas recogidas aquí y allá, de esas que para la mayoría de los mortales no tienen ningún valor pero en las que él ha sabido ver, intuir o apreciar, formas reales unas, fantásticas otras, sorprendentes todas y bellísimas la mayoría. Pasear por Buenache de la Sierra se convierte así en un recorrido admirable, creativo, plagado de insinuaciones y también de bastante diversión, porque hay mucho de divertido en este bosque de ensueños recreado a partir de unas miradas que saben ver más allá de la simple apariencia, para penetrar en el significado profundo de la belleza (En la foto, una divertida versión de la figura de Don Quijote).
            Ahora, Fernando Buenache se ha dedicado a recoger troncos de árboles que pudieron sobrevivir al incendio que en 2009 arrasó 300 hectáreas de monte en el término de Buenache de la Sierra. Husmeando, rebuscando, observando aquí y allá, Fernando ha ido encontrando troncos cuyas caprichosas formas, casi siempre retorcidas, parecen recrear animales de periodos prehistóricos que en tan remotos tiempos poblaron de manera natural estas comarcas de la Serranía de Cuenca. Con Troncosaurios, el artista recrea un mundo fantástico, una nuevo museo de animales prehistóricos al aire libre, en el que la imaginación puede campar libremente, dejándose llevar por la admiración, el miedo o la sorpresa, según el ánimo de cada cual. Según dice él mismo, ha localizado ya la friolera de 1.500 ejemplares, que ha ido distribuyendo por el paraje y que, en la práctica, viene a complementar el itinerario trazado por la Diputación (La ruta de los dinosaurios) que tiene su inicio precisamente en Buenache de la Sierra para continuar luego hacia Fuentes, Cañada del Hoyo y La Cierva. Pero no queda ahí el propósito. Según cuenta el artista de la piedra y la madera, la intención es desarrollar un proyecto más ambicioso, que impulsa la asociación cultural “Buenache vivo”, con la pretensión de implantar un centro de interpretación que incluiría un pequeño museo de paleontología y otro de etnología, para completar el paseo con los troncosaurios, convencido el artista de la necesidad de poner en valor los recursos naturales y patrimoniales como factor importante en el objetivo principal, que es mantener la actividad económica en el medio rural.

            De todo ello hay un resumen muy expresivo en el mesón Las Pedrizas, en un agradable rincón del pueblo, en el que Fernando Buenache demuestra otras habilidades, la de la buena cocina serrana, nada experimental, sin alardes minimalistas, sino todo lo contrario, encargada de satisfacer un gusto amable y considerado hacia ese otro placer, tan necesario: el de la buena comida.

CUIDADO CON LAS PALABRAS


Hay que cuidar las palabras, o dicho de otro modo, las palabras deben usarse con propiedad. Según la nota oficial del partido, el candidato del PP a la alcaldía de Cuenca se reunió con “representantes” del mundo de la cultura local. Incierto. El señor Mariscal, en uso de su libérrimo derecho, se ha reunido con unas cuantas personas, que son de su gusto, de su cuerda política o que él piensa que son interesantes para sus propósitos o cualquiera sabe qué otro motivo. Naturalmente, puede reunirse con quien quiera y hablar de lo que les parezca. Pero el Diccionario académico dice que un representante es “persona que representa a un ausente, cuerpo o comunidad”, lo que lleva consigo la existencia previa de algún tipo de acuerdo entre los interesados para decidir quienes son esos representantes que van a acudir a la reunión en nombre de los ausentes o del colectivo. Entre los elegidos por el candidato del partido conservador hay varios funcionarios adictos (cuya dependencia servil hay que dar por descontado), hay otras personas que ni están en la Cultura de Cuenca ni en la gestión cultural y otros, eso sí, bien intencionados, que acudirían de buena fe pensando que su testimonio podría ser útil y que pudieron oír, de labios del posible futuro alcalde de Cuenca una retahila de lugares comunes sobre el fomento de la cultura en la ciudad, cosas oídas ya mil veces antes de ahora pero ninguna verdaderamente novedosa y menos aún de las que puedan servir para animar el alicaído espíritu en que el sector se viene desenvolviendo desde hace ya años. Lo que nos hace temer que, cualquiera que sea el que gane las ya cercanas elecciones, nos espera más de lo mismo en los próximos cuatro años. Y por si hay alguna duda sobre lo que digo, ahí va la foto oficial distribuida por el partido, para que cada cual compruebe a qué y quienes se reduce la “representación” de la cultura conquense. 

SILENCIO EN LA SALA


En el trance de la despedida a Ismael Barambio surge en mi memoria, de manera inamovible, la imagen del niño que fue, con una guitarra más grande que él, llenando ambos un gran escenario, ante un público atento, silencio, incluso devoto. Los periodistas, entonces (¡qué distinto era aquél periodismo, aquella forma de seguir la información!) acudíamos puntualmente a cada cita con el niño Ismael, luego con el joven Ismael, y transmitíamos a la ciudadanía sus progresos, sus avances, la forma rigurosa en que iba obteniendo el reconocimiento generalizado. No se si alguna vez alguien le aplicó el calificativo de “niño prodigio” pero si lo hizo se equivocaba: nada hubo en este caso de prodigioso, sino de trabajo constante, metódico, seguramente duro, porque todo en el aprendizaje y más en el musical, exige una dura disciplina en la que no cabe descanso alguno y se bien lo que digo, por casos notabilísimos que he conocido. Llevado primero de la mano por su padre, otro símbolo de la cultura musical conquense y luego dirigido por prestigiosos maestros, Ismael fue avanzando en ese camino en el que no cabe descanso, sino entrenamiento constante, ensayos inagotables, conciertos cada vez más exigentes. Tengo ante mí ahora una crítica de Fernando Ruiz Coca, del año 1985, que nos puede ayudar a comprender cómo era aquel joven músico que ya empezaba a despuntar: “La muy completa técnica de Barambio le permite destacar pulcramente los planos polifónicos, realizados por los variados timbres que obtiene del instrumento, con una dicción clara y distinta. Todo ello confluye a su cualidad fundamental: la musicalidad más viva, conscientemente cultivada, que da a cada frase, a cada nota, su sentido”. Lo dice un experto y yo no podría hacerlo mejor. Tuve la satisfacción de ofrecer a Ismael su primer y único concierto en el Auditorio de Cuenca, el 21 de noviembre de 1998 y estuvo francamente extraordinario, con aquella capacidad que solo los grandes artistas tienen de ser capaces de llenar un escenario con su sola presencia, con un programa durísimo y exigente, que arrancó con una versión musicada de las Cantigas de Alfonso X el Sabio. Ismael se ha muerto dejando pendiente una deuda (suele suceder: la muerte no espera nunca a que se cumplan los propósitos personales). Quería preparar una conferencia-concierto para impartir en uno de los martes que la Real Academia dedica a cuestiones culturales, que hubiera sido, además, su reencuentro con el público conquense, después de mucho tiempo de forzado alejamiento. Todo eso pasa ya a la historia y a los recuerdos. De ese lugar, llamado también archivo, extraigo esta foto del joven Ismael, cuando tenía ante sí el mundo entero, sin límites ni sombras. 

CARA Y CRUZ DE UNA MAÑANA DOMINGUERA


La mañana, en los alrededores de la Plaza Mayor, no es ciertamente agradable. Alguien ha tenido la insensata idea de permitir una carrera de mountain-bike, o enduro, o como se llame esa endiablada diversión, consistente en que unos alocados ciclistas aparecen a toda pastilla cruzando atrevidamente las estrechas calles del casco antiguo de Cuenca, sembrando el terror entre los viandantes, la mayoría de los cuales pronuncia en voz alta maldiciones dirigidas a los responsables de autorizar semejante dislate. Pero los responsables, claro, no están allí. En ese ambiente, incómodo, molesto, que tanto daño hace a las continuas apelaciones electoralistas por mejorar las condiciones de vida y del turismo en la parte alta, desde algún lugar se filtran unos sonidos amables, armoniosos, melódicos. Es como el alfa y el omega de una mañana de domingo, la suavidad y la elegancia frente a la brutalidad vulgar de quienes deberían estar haciendo demostraciones de saltimbanqui en el desierto. Sigo los sonidos que, como los del flautista de Hamelin, atraen los pasos de quienes transitamos por esas maltratadas calles antiguas de Cuenca para llegar al patio de entrada al Museo de Cuenca, donde un cuarteto de saxofones ilustra amablemente la celebración del Día de los Museos. Entre las paredes venerables donde se cobijan los más antiguos restos de nuestras culturas, desde las pequeñas piezas domésticas del Paleolítico pasando por las bellas esculturas y capiteles romanos se deslizan estos sonidos llamados a acompañar las visitas, quizá presurosas, a las salas en que se sintetiza la historia de nuestra tierra. Son cuatro jóvenes toledanos, integrantes de la Banda "El Greco", me dicen: Luis García Cabañas, Soledad Rodríguez Borox, Enrique Rodríguez Contento e Iris Guzmán Godia. Bella aleación está, de la música con la historia y la arqueología, sosegado recinto para la meditación pacífica. Fuera, en la calle, el violento paso de los ciclistas sigue alterando los espíritus de quienes esperaban encontrar tranquilidad.

CIEN AÑOS NO ES NADA



            Estos días se nos recuerda, por diversos medios, que Orson Welles hubiera cumplido cien años este en el que estamos, el 6 de mayo exactamente (murió el 10 de octubre de 1985) y ello da pie, como sucede en todos los centenarios, para realizar una ceremonia de homenaje generalizado cosa que tiene siempre indudables beneficios, porque nos permite traer al primer plano figuras o acciones que permanecían ocultas en el silencio y así, de esa forma, podemos recuperar imágenes, palabras, artículos, incluso experiencias. La obra cumbre de Orson Welles sigue siendo su primera y sorprendente película, Ciudadano Kane. Él había llegado al cine en plena juventud, tras una larga experiencia, muy activa, en el teatro y en la radio (¿cómo no aludir a su espectacular emisión radiofónica, La guerra de los mundos? y sin tener apenas conocimiento del medio en que se sumergía dio vida a una obra absolutamente genial y rompedora, tanto en el aspecto técnico, con atrevidas innovaciones estéticas y de montaje, como en la atrevida incursión en el mundo del periodismo y la política, al tomar como referencia a un personaje considerado desde siempre como el paradigma de la interrelación entre prensa y poder, William Randolph Hearts. Ciudadano Kane fue estrenada el 1 de mayo de 1941 en Nueva York y pronto alcanzó los niveles de auténtico y polémico éxito, precisamente por los dos factores ya señalados, o sea, su atrevida expresión plástica, totalmente renovadora de la estética cinematográfica y la osadía de su planteamiento argumental. Circunstancias ambas, amén de otras consideraciones, que influyeron en la férrea censura del franquismo para ponerla en la lista de películas indignas de ser vistas en las pudibundas pantallas españolas, permaneciendo en esa situación de exilio, para alegría de los afortunados que podían viajar al extranjero, hasta su estreno nacional el 21 de febrero de 1966 en Barcelona y un mes más tarde, el 25 de marzo, en Madrid. Que una película se estrene oficialmente en España no quiere decir que eso se pueda trasladar completamente al territorio español, pues ya se sabe que en este país hay sitios y sitios, de manera que los cines de Cuenca consideraron que el espectador conquense, siempre de segunda o tercera fila, no estaba en condiciones mentales (o morales, cualquiera sabe) de contemplar la que estaba llamada a ser la mejor película de la historia del cine, posición de privilegio que aún sigue ocupando cuando se promueven este tipo de clasificaciones. Hubo que esperar a la llegada de un Cine Club, el Chaplin, para que el 9 de octubre de 1973 Ciudadano Kane pudiera verse en la ciudad conquense, a la que volvió diez años más tarde, el 25 de febrero de 1983, también al Cine Club. No estaría mal volver a recuperarla, porque los públicos han cambiado y las nuevas generaciones de aficionados tienen derecho a verla en pantalla grande, no solo a través del ordenador, la tableta o, como mucho, la TV. Aunque hay que recordar que Welles ya recibió, por adelantado, la felicitación del centenario hace unos meses, porque proyectamos otra de sus grandes obras maestras, El proceso, como cierre de la temporada anterior. Pero claro, todo eso queda circunscrito, lo diré una vez más, al ámbito del Cine Club que, aunque amplio en número, queda reservado a sus propios socios. El resto, la generalidad de la afición, queda al margen, ni se entera ni tiene posibilidades de acceder a estas películas. Y es que los cines comerciales están para otra cosa.


LIBROS Y ARTISTAS, DOBLE PLACER


No queda mucho tiempo (hasta el 31 de este mes de mayo) para dar placer a la vista paseando entre los ejemplares expuestos en el Museo de Arte Abstracto bajo el título Libros (y otras publicaciones) de artista, 1947-2013, mención tan concreta que no necesita más explicaciones que la que se desprende de ese enunciado tras el que adivinamos algo bien sabido: la íntima relación existente desde siempre entre dos destacados sectores de la creación cultural, el formado por los artistas y el de los escritores o, dicho de otra manera, la forma en que unos y otros buscaron la expresión íntima de sus deseos a través de libros impregnados de arte.

En esta singular exposición promovida por la Fundación Juan March mediante la sabia utilización de sus propios fondos se nos ofrecen ejemplares realmente únicos de obras emblemáticas entre las que se deslizan nombres cuya sola mención nos hace estremecer de emoción, desde el primero de todos, John Franklin Earhart, de quien se nos ofrece una impresión de 1892 en Cincinatti hasta Eduardo Arroyo y Kurt Tucholsky, estampado en el taller de Denis Long en 2013. Y en medio, entre esa relación que incluye 118 obras, están Eduardo Chillida, Antonio Saura, Antoni Tapiès, Eusebio Sempere, Cristóbal Melián, Ernesto Sábato, Pierre Le Gall, José Miguel Ullán y, naturalmente, Fernando Zóbel, que fue un auténtico apasionado de este sistema, del que nos dejó un maravilloso ejemplo local, presente también en la exposición que estoy comentando: Cuenca. Sketchbook of a Spanish Hill town, editado en 1970 en Nueva York. Todo aquí es maravilloso, atractivo, emocionante. Porque, como se dice en el catálogo que la acompaña, “la exposición muestra un campo benéficamente minado de sorpresas para la imaginación, en las que en ocasiones es la imagen la que acompaña al texto, otras veces sucede que lo suplanta o se apropia de él, o que éste es invadido por aquella o adopta formas que no tienen nada que ver con la paginación y el orden secuencial de los libros convencionales”. Lo dicho: queda poco tiempo, menos de quince días, para este paseo por el disfrute visual y sensual.

domingo, 17 de mayo de 2015

JOSÉ TORRALBA, DEL FOLKLORE A LA MÚSICA ANTIGUA

Las cosas de la cultura en Cuenca son como las olas del mar: vienen y van, acarician mimosamente nuestros cuerpos o los zarandean con violencia, traen hasta la orilla amistosas conchas de diminutas almejas o antipáticas algas que se enredan en los pies; en ocasiones encontramos plácidas playas de susurrante arena y en otras pedruscos que golpean sin piedad los imprudentes cuerpos de bañistas descuidados. Hay superficies plácidas, con leves ondulaciones del mar y al día siguiente nos azota un tsunami que se lleva por delante sombrillas y sombreros, sin contemplación alguna. Como las olas del mar, las cosas de la cultura en Cuenca a veces se depositan en amistosos huecos elaborados por manos infantiles y otras desaparecen, tragadas por la voracidad de una arena insaciable, para no reaparecer jamás. 

En ese ir y venir de ideas, un día nos llegó una ciertamente notable, envuelta en expectativas no solo optimistas, sino sólidas, muy sólidas. Nació al amparo de la cátedra de música de la Escuela Universitaria de Magisterio ‘Fray Luis de León’ y adoptó un nombre sonoro, llamativo: Grupo de Música Antigua Juan de Castro, especializándose, justamente, en lo que su título proclama, la música antigua. Era el curso 1973-74 cuando el profesor José Torralba puso en marcha un proyecto llamado a ocupar durante los años siguientes la atención ciudadana, sorprendida no solo de que en Cuenca (entonces tan alejada de este tipo de preocupaciones) pudiera surgir algo de ese tipo, sino de la evidente calidad del resultado conseguido, más aún teniendo en cuenta que eran estudiantes, no profesionales. Aunque desde luego no hay que olvidar la feliz circunstancia de coincidir en el tiempo una serie de voluntades acordes al unísono para obtener un resultado feliz que no era sino la consecuencia final de un trabajo constante, concienzudo, sistemático y, desde luego, apasionado. José Torralba supo aprovechar de manera excelente la vocación artística de varios de sus alumnos, a los que supo insuflar el ánimo y el buen gusto necesarios para dar forma a un conjunto de altísima calidad.

Recordemos aquí los nombres de algunos, los más permanentes, dentro de la renovación habitual en este tipo de conjuntos: José Baquero, viola baja y flautas; Julio Porras, viola tenor, flautas y cromornos; José Luis Charfolé, fídula y guitarra morisca; Carlos Pérez, flautas; Angustias Palomo, flautas; Herminio Carrillo, flautas y cromornos; Matilde Ruiz, cítara; Justina Muelas y José Luis González Moaraleja, percusión. Y en ocasiones, cuando hacía falta, un coro de apoyo, como ocurrió en 1977, en la grabación de un disco con música para celebrar el centenario de la conquista de Cuenca por Alfonso VIII, una auténtica pieza de coleccionista de curiosidades. Menciono aquí con respeto y nostalgia los nombres de estas personas, aquellos jóvenes estudiantes que durante un tiempo nos hicieron vivir una ilusión, al cabo pasajera, en torno a la posibilidad de contar con un grupo musical, cultural en definitiva, de firmes raíces y ambiciosa proyección. Como se suele decir en estos casos, fue bonito mientras duró.

El impulsor y promotor de aquello acaba de fallecer. José Torralba nació en Cuenca el 23 de julio de 1930 y ha fallecido, también en Cuenca, el 28 de abril de 2015. Llevó una vida discreta, al margen de los oropeles, pero con una intensidad emocionante, volcado de manera permanente hacia la docencia a través de la música y envuelto en una bonhomía cargada de cordialidad siempre amistosa. En su haber hay que anotar también un monumental trabajo de recopilación y análisis del folklore tradicional conquense. En silencio, sin alharacas, ha salido de este mundo, acompañado, eso sí, de un afectuoso recuerdo agradecido hacia su trabajo.



miércoles, 6 de mayo de 2015

VOTAR A DISGUSTO

            Hay una sensación generalizada de disgusto, de insatisfacción, sobre el contenido nominal de las listas electorales. Se puede apreciar en cualquier ambiente, en la conversación familiar, la tertulia amistosa, comentarios cazados al vuelo en la calle o la barra del bar. Un lamento colectivo nos hace coincidir a la hora de valorar algunos de los nombres incluidos en esas listas, nombres que quisiéramos borrar mientras nos irrita la obligación de votarlos necesariamente, en contra de opiniones y conciencias, simplemente porque el sistema ha decidido forzar, contra toda razón, la existencia de listas cerradas. De manera que al amparo del presunto tirón del cabeza de la lista o por disciplina o simpatía ideológica, el inocente votante (cada vez más cabreado) se enfrente a la disyuntiva de quedarse en su casa o meter en la urna la papeleta en la que figura uno o varios nombres que de buenas ganas tacharía.
Está de moda criticar la forma en que se hizo la transición política española, un proceso que durante mucho tiempo sirvió como ejemplo a seguir para otras democracias aún más recientes. Es el tributo necesario que debe pagarse para satisfacer a los jóvenes iconoclastas (y todos hemos sido jóvenes en algún momento de nuestras vidas) deseosos siempre de implantar un tiempo nuevo. La crítica generalizada, así planteada, es injusta porque ignora los matices pero, sin embargo, tiene elementos de necesaria consideración positiva. Algunos, incluso, provienen de más atrás, de antes de la irrupción en el panorama político español de fuerzas que a su afán renovador añaden
propuestas enormemente atractivas y por ello van ganando en simpatía popular.
            En ese repertorio debe incluirse el disgusto con que una gran cantidad de ciudadanos asistimos en cada convocatoria electoral a la presentación de las listas cerradas que cada partido ofrece con los integrantes de su candidatura. El sistema es perverso y necesita con absoluta urgencia ser sustituido por otro totalmente abierto. Es necesario hacerlo así en todo el proceso de citas democráticas, pero de manera singular en el que se refiere a la composición de los ayuntamientos, por la cercanía y el conocimiento que todos tenemos de las personas que se nos ofrecen para ser elegidas y que, con nuestro voto a ciegas hacia una lista determinada va a propiciar que se incorporen al seno de la gestión municipal hombres y mujeres que no merecen nuestra confianza.
            Parece evidente que los más interesados en favorecer la pervivencia de este sistema son los propios partidos, cuyas maquinarias son conscientes de que esa es la única forma de poder garantizar a determinados miembros la ocupación de puestos que pueden revertirles beneficios y que de ninguna manera podrían conseguir si se presentaran abiertamente, dejando en manos de la voluntad del elector marcar o no ese nombre en concreto. Todo ello se traduce en un grave deterioro de la democracia verdaderamente representativa. Como la situación se da en todos los partidos es innecesario señalar con el dedo a este o al otro: todos son cómplices del sistema y a todos corresponde la misma responsabilidad. No parece que las nuevas opciones que se están incorporando tengan entre sus propuestas una orientada claramente a eliminar ese procedimiento y sustituirlo por el de listas abiertas, el vigente, con excelentes resultados, en el sistema anglosajón y también, hay que recordarlo, en la España de la Restauración decimonónica. La nefasta lista d’Hondt es un invento moderno, en mala hora implantado durante la transición.
            Ahora que todos hablan tanto de la regeneración de la democracia española no estaría de más que hablaran también, abiertamente, sin tapujos, de la eliminación de las listas cerradas, al menos para definir la composición de los Ayuntamientos. Así no sentiríamos, como sentimos, la insatisfacción que nos produce la penosa lectura de las candidaturas elaboradas por los partidos en la ocasión actual y que invitan, como mejor solución, a que los votantes se queden en sus casas.

            Y no sucedería, como ya ha ocurrido en varias situaciones, que surge la necesidad de eliminar de las listas a nombres indeseables, incorporados a la candidatura por quienes, recién llegados, no conocen el percal que anida en el terruño.

SINGULAR EMPECINAMIENTO



Es llamativo el empecinamiento del obispado de Cuenca en mantener en la fachada lateral de la catedral, junto a la entrada al palacio episcopal, la alusión a José Antonio Primo de Rivera. No a la cruz, que nadie se opone a ella ni hay por qué, sino a la referencia al jefe de la Falange. Empecinamiento singular porque, a estas alturas, probablemente no quedan activos más de media docena de simpatizantes con aquella ideología del pasado, de manera que no se entiende muy bien a quiénes no quieren molestar. Aunque es cierto que, puestos a no entender, menos aún puede comprenderse la actitud del todavía alcalde de Cuenca y sus compañeros de mayoría, socialistas (de izquierda, se supone) y desde luego demócratas, que miran siempre a otro lado, por lo común a las musarañas, cuando surgen estas cuestiones. Y continuando con el desentendimiento, tampoco se libra quien ha sido hasta ahora subdelegado del gobierno y aspirante a ocupar la alcaldía de Cuenca, entre cuyas competencias estaba cumplir y hacer cumplir la ley, las leyes, todas las leyes y que en este asunto se ha lavado bonitamente las manos. Y así va pasando el tiempo, 37 años ya desde que se aprobó la Constitución, y la catedral de Cuenca, la Iglesia de Cuenca, empeñada en no suprimir el nombre de José Antonio adornando innecesariamente la cruz. Y dando pábulo a que las organizaciones republicanas sigan dando la matraca y alimentando ínfulas anticonstitucionales. La verdad es que lo que pasa en Cuenca es para contarlo en un tebeo macarrónico.