Estos días
se nos recuerda, por diversos medios, que Orson Welles hubiera cumplido cien
años este en el que estamos, el 6 de mayo exactamente (murió el 10 de octubre
de 1985) y ello da pie, como sucede en todos los centenarios, para realizar una
ceremonia de homenaje generalizado cosa que tiene siempre indudables
beneficios, porque nos permite traer al primer plano figuras o acciones que
permanecían ocultas en el silencio y así, de esa forma, podemos recuperar imágenes,
palabras, artículos, incluso experiencias. La obra cumbre de Orson Welles sigue
siendo su primera y sorprendente película, Ciudadano
Kane. Él había llegado al cine en plena juventud, tras una larga
experiencia, muy activa, en el teatro y en la radio (¿cómo no aludir a su
espectacular emisión radiofónica, La
guerra de los mundos? y sin tener apenas conocimiento del medio en que se
sumergía dio vida a una obra absolutamente genial y rompedora, tanto en el
aspecto técnico, con atrevidas innovaciones estéticas y de montaje, como en la
atrevida incursión en el mundo del periodismo y la política, al tomar como
referencia a un personaje considerado desde siempre como el paradigma de la
interrelación entre prensa y poder, William Randolph Hearts. Ciudadano Kane fue estrenada el 1 de
mayo de 1941 en Nueva York y pronto alcanzó los niveles de auténtico y polémico
éxito, precisamente por los dos factores ya señalados, o sea, su atrevida
expresión plástica, totalmente renovadora de la estética cinematográfica y la osadía
de su planteamiento argumental. Circunstancias ambas, amén de otras
consideraciones, que influyeron en la férrea censura del franquismo para
ponerla en la lista de películas indignas de ser vistas en las pudibundas
pantallas españolas, permaneciendo en esa situación de exilio, para alegría de
los afortunados que podían viajar al extranjero, hasta su estreno nacional el
21 de febrero de 1966 en Barcelona y un mes más tarde, el 25 de marzo, en
Madrid. Que una película se estrene oficialmente en España no quiere decir que
eso se pueda trasladar completamente al territorio español, pues ya se sabe que
en este país hay sitios y sitios, de manera que los cines de Cuenca
consideraron que el espectador conquense, siempre de segunda o tercera fila, no
estaba en condiciones mentales (o morales, cualquiera sabe) de contemplar la
que estaba llamada a ser la mejor película de la historia del cine, posición de
privilegio que aún sigue ocupando cuando se promueven este tipo de
clasificaciones. Hubo que esperar a la llegada de un Cine Club, el Chaplin,
para que el 9 de octubre de 1973 Ciudadano
Kane pudiera verse en la ciudad conquense, a la que volvió diez años más
tarde, el 25 de febrero de 1983, también al Cine Club. No estaría mal volver a
recuperarla, porque los públicos han cambiado y las nuevas generaciones de
aficionados tienen derecho a verla en pantalla grande, no solo a través del
ordenador, la tableta o, como mucho, la TV. Aunque hay que recordar que Welles
ya recibió, por adelantado, la felicitación del centenario hace unos meses,
porque proyectamos otra de sus grandes obras maestras, El proceso, como cierre de la temporada anterior. Pero claro, todo
eso queda circunscrito, lo diré una vez más, al ámbito del Cine Club que,
aunque amplio en número, queda reservado a sus propios socios. El resto, la
generalidad de la afición, queda al margen, ni se entera ni tiene posibilidades
de acceder a estas películas. Y es que los cines comerciales están para otra
cosa.
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