Martes, 31 de marzo
No estoy seguro de que sea buena idea abrir una sala de
exposiciones en la parte baja de Cuenca, pero no emitiré ninguna crítica:
valoro mucho el mérito de tomar decisiones arriesgadas y esta lo es. En este
sector ciudadano hubo siempre salas de estas características y una tras otra
fueron cerrando. Recordaré la que hubo en la antigua Caja Postal (hoy BBVA) en
el arranque de Fermín Caballero, seguramente la mejor preparada de todas, por
espacio y dotaciones; la que durante años mantuvo la Caja de Ahorros en el
parque de San Julián, ahora reducida a nada, objeto de mercadeo por los nuevos
responsables de esta entidad; la que también tuvo la Caja en Carretería,
pequeña pero muy agradecida. A lo que se añaden las Galerías de arte que con suerte
diversa intentaron hacer lo casi imposible, como la Granero, la Escalera, la Pilares... y etcétera. La decadencia imparable de todas
estas instalaciones ha ido acompañada de un desapego de los conquenses en
general hacia el mundo del arte, de manera que ningún rinconcillo quedaba en la
ciudad moderna, siendo obligado ir a la parte antigua para encontrar las
exposiciones temporales que ofrecen periódicamente los museos allí existentes.
Que la Junta de Comunidades, aprovechando la feliz coyuntura de que estamos ya
en campaña electoral, decida abrir una sala de exposiciones en la calle
Princesa Zaida es ciertamente una iniciativa meritoria (sin que obviemos la
suspicacia de suponer que, pasadas las elecciones, la puede cerrar), que
arranca con una propuesta interesantísima, la del pintor Cirilo Martínez Novillo,
vinculado a Cuenca por diversos motivos pero, fundamentalmente, observador
inteligente, con la cámara y el pincel, de lo que por aquí había. Teniendo en
cuenta que los conquenses suelen reaccionar generalmente sólo cuando hay
motivos locales que lo justifique, yo diría que aquí hay un excelente pretexto.
Sólo por eso la nueva sala merecería que el público acudiera en masa para
disfrutar de este espacio, que no es todo lo ideal que se espera de un recinto
expositivo, pero sí suficiente para poder disfrutar de esa cosa intangible y
reconfortante que es el arte.
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