miércoles, 11 de febrero de 2015

UN TOQUE LUMINOSO EN LA CALLE DE SAN JUAN


            Una ciudad sobre la que vienen recayendo tantas noticias pesimistas y en la que se acumulan plazos y años sobre edificios en permanente espera de actuaciones públicas (la Casa del Corregidor, el Jardín de los Poetas, el inacabable y cada vez más turbio asunto de la Plaza de Mangana) mientras iniciativas lanzadas a bombo y platillo duermen el sosegado sueño de los justos (el Espacio Torner, el mesón de las Casas Colgadas, la ampliación del Museo de Arte Abstracto, el presunto futuro nuevo museo en la iglesia de Santa Cruz), formando ese rosario de promesas y anuncios que mueren en el mismo momento de nacer (aunque ahora, en vísperas electorales, todo se reactivará como por arte de magia, a ver cuántos incautos pueden ser engañados), una ciudad así, digo, deberá alegrarse al ver cómo se ha recuperado, al menos visualmente, externamente, uno de los más señoriales edificios que jalonan la subida a la parte alta de Cuenca, la Casa de los Merchante.
A pesar de los cambios introducidos por los tiempos, la calle de San Juan sigue siendo el espinazo que articula la entrada en el casco antiguo, carácter que tuvo tradicionalmente, aunque se alteró en buena medida cuando se produjo el ensanche de la calle Palafox para facilitar el tráfico, entonces de carruajes, hoy de automóviles, coexistiendo así la calle Ancha con la calle Estrecha. Esta, la que aquí interesa, se estructura en dos sectores bien definidos. El superior está formado por un grupo de edificios cuyo frontal es de una sencilla elegancia formal; el primero se organiza al lado de la Torre de San Juan y se levanta sobre la Puerta de San Juan; es una antigua casa nobiliaria construida en el siglo XVIII; a su lado hay un bloque de viviendas levantado en el siglo XX sobre la que fue casa familiar de Federico Muelas, bajo proyecto del arquitecto Miguel Ángel Ortí Robles, que encaja muy bien en el conjunto; le sigue un estrecho pero muy atractivo edificio también decimonónico, con agradables balconadas; el siguiente, el de mayor volumetría, tanto en vertical como en horizontal, es obra del siglo XIX y en una época posterior sirvió de alojamiento al gobierno civil y a continuación, ya al borde del sector escalonado, la casa curato de San Juan, identificada por el arco gótico descubierto en obras modernas de restauración. A partir de él se abre el segmento estrecho de la calle, dispuesto en atrevida escalinata que llega hasta el puente de la Trinidad. Enfrente queda el mamotrético volumen del Palacio de Justicia, que desentona ferozmente en este ámbito tan singular.

Pero volvamos al edificio que justifica este comentario. Se trata de la casa de los Merchante, una residencia familiar hoy totalmente desocupada y que durante años ha ofrecido un evidente deterioro a ojos vistas, que los propietarios han querido detener promoviendo una vistosa restauración que, entre otras cosas, ha servido para aportar a la fachada una luminosidad colorista de la que carecía, dentro de la costumbre moderna de animar los tradicionales tonos grisáceos y ocres de la viviendas de Cuenca con estos otros generalmente adecuados al ambiente general de la ciudad. La que fue severa arquitectura luce ahora su renovada presencia para alegrarnos la vista y el ánimo.

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