viernes, 6 de febrero de 2015

LA IRONÍA VIENE CON EL MANCHAS


            Hasta el 28 de febrero puede verse en el Centro Cultural Aguirre la nueva muestra de Antonio Mancheño, El Manchas, una singular combinación de comic y pop art con reminiscencias de la cultura warholiana de los años 70. Jumping Jack & The Fridges ha titulado el artista esta colección de pinturas de gran formato, una explosión de color que inunda las habitualmente austeras salas del centro. Jumping Jack, explica el artista, es un hombre con una caja en la cabeza (en realidad, añade, el jardinero de Keith Richards), mientras que el segundo componente del título alude a la colección de neveras copiadas en las cocinas de sus amigos, que forma la otra parte de la colección.

            No hay que ser muy listo ni estrujarse demasiado el cerebro y los conocimientos que uno tiene de pintura para descubrir que Antonio Mancheño (nacido en Cuenca casi a la vez que el Museo de Arte Abstracto) es un artista singular entre nosotros, porque su forma de concebir el arte rompe los moldes tan trillados entre nosotros, donde impera, quizá en exceso, la influencia de las tendencias creativas que han ido formándose alrededor del museo. El Manchas no es nada abstracto, sino todo lo contrario, pero su trabajo, tan puntilloso como perfeccionista está cargado de simbolismos, de sugerencias, no exentas de ironías e interpretaciones abiertas que nos invitan a buscar más allá de la superficie trazada lo que hay en un fondo crítico, satírico, como si fueran todas las paredes una sucesión de viñetas de un gigantesco cómic que puede seguirse de corrido. Hay algo extraño en estos cuadros, algo inquietante, que parece insinuar la presencia inmanente de un mundo agobiado por esas cajas que cubren las cabezas de los personajes, como queriéndonos decir que todos, los espectadores también, estamos inmersos en un universo cuadriculado que no nos deja pensar libremente. Y eso que libertad, justamente libertad, había a manos llenas en la obra del gran Warhol y también en la de El Manchas, que nos llega de la mano de Carlos Codes, eficaz en su voluntad de ofrecernos encuentros visuales con los artistas que, pese a todos los pesares, siguen trabajando en Cuenca.

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