jueves, 15 de enero de 2015

EL MUNDO SINGULAR DE ANTONIO GÓMEZ




Antonio Gómez (Cuenca, 1951) es uno de los individuos más inquietos, activos y originales que es posible encontrar transitando por las librerías. Aunque no estoy seguro de que una librería sea el lugar más apropiado para alojar la obra de Antonio Gómez por más que, desde luego, adquiere esa forma, la libresca, para albergar en su interior un mundo de sensaciones visuales y oníricas. Discípulo de Carlos de la Rica en la década de la vanguardia conquense, formó parte del grupo “Los Experimentales” y también se integró en otra formación teatral de corta vida, “Garnacha”.  Al amparo de estas influencias empieza a desarrollar una actividad poética cuyos lazos con Cuenca se rompen cuando traslada su residencia a Extremadura, donde continúa mostrando una irresistible capacidad creativa. De modo esquemático, por resumir y reducir a un concepto esta personalidad, diremos que es un poeta, que ha sustituido el verso convencional por el visual o, como él mismo ha dicho, lo que hace es “ver la poesía”, escribir el verso de modo gráfico. Ahora, como resumen apretado, pero bellísimo, de un trabajo realizado durante años, aparece editada una antología de la obra de Antonio Gómez bajo el título Apenas sin palabras y ciertamente no son necesarias, no hacen falta (aunque alguna hay) para trasladar al lector-espectador el sentido poético con que afronta la percepción sensorial, intimista, del mundo que le rodea y que él recoge con detenimiento y mimo. El libro, impreso por la Editora Regional de Andalucía, con prólogo de Miguel Ángel Lama, es una de las más hermosas publicaciones que últimamente ha llegado a mis manos y recoge, en apretada síntesis, veinticinco años de concienzuda dedicación a los principios que el poeta viene manteniendo desde sus años iniciales. Un placer sosegado es este reencuentro periódico con Antonio Gómez, a través de sus recreaciones sensoriales y poéticas.



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