miércoles, 14 de enero de 2015

EL ALCALDE Y LOS CARTELES




            En la ciudad francesa de Grenoble tienen una alcaldía verde. El titular, un apacible ciudadano cuarentón llamado Eric Piolle, triunfó en las elecciones con la promesa (entre otras) de reemplazar la publicidad urbana por árboles. Sorprendentemente, el señor Piolle piensa (al contrario de lo que hacen sus colegas españoles) que las promesas deben cumplirse y, a diferencia de los que tenemos por aquí, está dispuesto a llevar a la práctica lo que había anunciado de manera que ha elaborado un plan por el que, en los próximos meses, retirará más de 300 paneles publicitarios repartidos por calles, plazas y jardines y en su lugar plantará árboles y flores, con el propósito, dice, de que el espacio público no sea un lugar de paso sino de vida.
            Quizá el alcalde de Grenoble sea un poco exagerado en la aplicación drástica de su pensamiento programático municipal. Sin llegar a tanto, yo me conformaría con que el Ayuntamiento limpiara las calles de Cuenca de anuncios, paneles y objetos inútiles, que no solo no informan de nada sino que además se convierten en objetos sucios, deteriorados, antiestéticos. Basta con mirar los presuntos relojes-termómetros, que ni marcan la hora ni ofrecen dato alguno sobre la temperatura del momento, de los que hay un par de docenas repartidas por la ciudad. Y si no, también se pueden ver cartelones como el que he elegido para ilustrar este comentario, situado a la entrada del puente de la Trinidad, anunciando -es un decir- un  hipotético programa de intervención en el casco antiguo de Cuenca, proyecto que se canceló a comienzos de esta década.¡Y ya vamos por la mitad! Debería cundir el ejemplo del alcalde de Grenoble.


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