No creo que
Jorge Pardo recuerde la primera vez que actuó en Cuenca, aunque a lo mejor sí,
teniendo en cuenta la singularidad del espacio en que sucedió aquello, el 27 de
mayo de 1993, cuando todavía era un primerizo intérprete de jazz, aunque ya iba
afirmando pasos en un camino que le conduciría hacia la muy destacada posición
que hoy ocupa. El espacio singular a que me refiero es la iglesia de San
Miguel, ese excepcional recinto musical que lo mismo sirve para un cosido que
para un fregado, pues allí han ido a parar músicos y géneros de todos los
pelajes imaginables.
Los
Encuentros con el Jazz los puse en marcha tres años antes, en un empeño por
diversificar las oportunidades que, pensaba, deberían tener los conquenses de
acceder a músicas de todos los estilos imaginables. El jazz no había tenido
aquí hasta entonces muchas oportunidades (por no decir ninguna) y pensé que eso
habría que corregirlo. Como ocurre siempre en este tipo de iniciativas,
abundaron los escépticos, especie que en Cuenca está siempre dispuesta a
participar con todo entusiasmo en el empeño de que nada se mueva más allá de lo
prudente. Para el primer Encuentro conseguimos un acuerdo favorable con el
arrendatario de la Playa Municipal del Júcar y hasta allá fuimos, media docena
de agradables noches primaverales, para tener los primeros contactos con esa
música que a unos parece sonidos amasados por el diablo y a otros nos conmueve
y emociona como ninguna otra melodía imaginable. Por allí pasaron, entre otros
muchos, Perico Sambeat, Larry Martin, Jeff Jerolamon, el gran Chano Domínguez,
Ximo Tébar y luego, un par de años más tarde, llegó Jorge Pardo. Para entonces
ya habíamos dejado la Playa (porque a algunos adictos les parecía que estaba
muy lejos: qué cosas pasan y se dicen) y como no había más espacios adecuados
en esta ciudad allá que nos fuimos a San Miguel, siempre disponible y acogedora
para lo que de ella se pida.
Todo eso -y
muchas más cosas que se podrían decir- es historia, naturalmente. Ahora, Jorge
Pardo vuelve a Cuenca acompañado del título de mejor intérprete de jazz de
Europa. Detrás, con él, hay una enorme carrera de progreso continuado, como
intérprete –memorable su forma de acariciar la flauta travesera, impresionante
los sonidos que consigue del saxofón- pero también como impulsor de iniciativas
vinculadas a cuanto tiene que ver con la creación musical y el arte en general,
escenario en el que encaja perfectamente la tercera edición del programa
Estival Cuenca que ahora se pone en marcha y en el que Jorge Pardo va a tener
un momento central, el miércoles día 2, compartiendo música con “The Teacher’s
Band” que, por lo que deduzco del título, son de Cuenca y se inician ahora en
este camino. Que el festival vuelva un
año más a ocupar una apretada semana con variedad de propuestas y que lo haga
habiendo perdido en el camino el patrocinador principal del año pasado pero con
otros muchos colaboradores incorporados, dato demostrativo de que detrás de
todo ello hay un enorme esfuerzo de organización y un gran cariño hacia los
espacios históricos de la ciudad, generosamente aprovechados para llevar hasta
ello la música y las actividades complementarias.
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