martes, 25 de marzo de 2014

LA MUERTE EN DIRECTO




        No es frecuente que se nos anuncie, con algunos días de anticipación, la muerte de alguien. Sobre todo teniendo en cuenta que, como es cosa sabida (y los poetas, con Jorge Manrique en lugar prioritario se han encargado de repetirlo) que la llegada de la poderosa señora se puede producir en cualquier momento, siempre tan callando, sin advertir nunca por adelantado cual será el momento exacto, el segundo preciso, en que se produzca el hecho dramático del tránsito desde el mundo real al de las sombras. Lo sucedido con Adolfo Suárez, la advertencia familiar de que estaba llegando su hora definitiva, tiene por ello algo de sorpresa, el ingrediente de lo insólito, con el añadido morboso de lanzarse todos los medios sobre el todavía no cadáver para analizar su vida y su obra como si ya estuviera realmente muerto, provocando así algún tipo de desazón interior e incluso una hipótesis casi imposible, aunque en realidad posible: podría haber resistido, podría seguir sobreviviendo, vegetando, si se quiere, muchos más días e incluso meses. Ejemplos hay de sobra en la antología de sucesos humanos, situaciones de coma irreversible que al cabo de los años deriva en una recuperación total o casos más cercanos, el de Michael Schumacher, por ejemplo, por cuya salvación nadie daba un euro después del accidente y sin embargo, ahí sigue, resistiendo, aunque ya no se hable de él ni de su estado de salud. Finalmente, la muerte de Adolfo Suárez se ha producido con rapidez, limpieza y elegancia. Nada que ver con aquella otra del caudillo Franco, cuyos médicos, en un exceso de crueldad alentada por su yerno, prolongaron el sufrimiento durante cuarenta días, buscando quizá una inaudita prolongación de la vida hasta el infinito, en una sucesión de monótonos partes firmados por el equipo médico habitual cuyo vacío contenido solo sirvió para ir diluyendo progresivamente el interés popular y el espacio destinado al suceso en los periódicos, pues no es posible mantener una noticia en primera página y posición destacada durante cuarenta días. Mientras escribo estas líneas, miles de personas desfilan en el ahora denostado Congreso de los diputados y por todas partes llueven sobre el que fue presidente de este país los comentarios y los elogios. Los emiten incluso quienes ayudaron a derribarlo, dentro de su partido y desde fuera. Así es la naturaleza humana y no hay que sorprenderse de ello. Al final, como suelen decir los chascarrillos de los clásicos, la historia pone a cada cual en su sitio. El de Adolfo Suárez, parece evidente, va ser un espacio destacado, un auténtico referente en la construcción de este país, cosa importante a valorar en tiempos en que se acumulan quienes aspiran a destruirlo. Como recuerdo final, del viejo archivo de Gaceta Conquense extraigo esta foto de José Luis Pinós en que se le ve en la que fue una de sus últimas visitas a Cuenca, el 25 de enero de 1985, para participar en una asamblea del CDS, con cuyo presidente provincial, Benedicto Torre Teresa, se le ve en la imagen.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario