viernes, 28 de marzo de 2014

ANDAMIOS EN LA CATEDRAL


            ¡Ya llegó la hora, al fin la van a terminar! decía, entre escéptico e ilusionado un veterano paseante de la Plaza Mayor de Cuenca, mientras contemplaba el despliegue de andamios cubriendo la fachada de la catedral. Por un momento, quienes estaban cerca llegaron a compartir esa impresión e incluso comenzaron a especular abiertamente sobre las circunstancias de lo que estaban viendo. No faltó, como siempre sucede, la voz serena y rotunda que devuelve a los seres humanos a la realidad de cada momento. Y de esa forma el sueño se desvaneció tan rápidamente como había llegado. No, no están terminando la fachada de la catedral (cosa que no se verá en esta generación ni en otras muchas de las que vendrán detrás). Todo es mucho más sencillo, más prosaico. Hay, sí, un despliegue de andamios, un gran tapiz metálico protegiendo el sector delantero del edificio, obreros haciendo volantines por las alturas pero todo ello con una finalidad concreta: reformar el trazado de los canalones que vierten las aguas recogidas en la cubierta para dirigirlas hacia la parte lateral del edificio, en la calle Obispo Valero y sustituir las gárgolas que se han ido cayendo estos años, la última hace pocos días. Cuatro había y solo una queda ahora en su sitio. Cuando terminen estas maniobras, volverán a estar las cuatro, recompuestas y renovadas, marcando con su silenciosa presencia el carácter medieval que corresponde al vetusto aunque hermoso templo catedralicio. En cuanto a la fachada… como decía el obispo Guerra Campos, más vale dejarla como está. Por si acaso es peor el remedio que la enfermedad parecía querer insinuar el prelado aunque nunca lo dijo expresamente. Y es que quizá haya que aceptar que a la catedral de Cuenca, esa imagen de obra inconclusa provoca, sí, el desconcierto en el espectador, pero también le proporciona una singular personalidad. Pues quien no se consuela es porque no quiere.

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