viernes, 17 de enero de 2014

EL MUNDO DE COLOR ROSA




Los sabios más sabios que en el mundo piensan y son ya han escrito suficientes razonamientos sobre los misteriosos integrantes de la condición humana, que nunca dejan de maravillarnos. Ahora, cuando estamos inmersos en una situación social que debemos calificar por lo menos de preocupantes, se multiplican los anuncios y mensajes que nos invitan a la banalidad en todos los matices de su variado repertorio, desde docenas de cruceros de placer que recorren los mares del mundo a precios que ellos dicen son asequibles hasta la curiosa multiplicación de las revistas de moda, y no solo las que están en los quioscos, cada vez más, cada vez más superficiales, sino las que han decidido incorporar los periódicos como suplementos a sus números diarios. Nadie se quiere librar de esa novedad, empezando por el todopoderoso que marca tendencias, ese diario que quiere seguir aparentando ser el símbolo del progresismo nacional y que ahora, a lo que ya produce, incorporar un semanal dirigido a los hombres, conscientes de que en el camino hacia la insustancialidad -principio que durante generaciones pareció ser una exclusiva femenina- nos vamos igualando los géneros. Ahí están ya esas páginas en brillante papel couché, llenos de fotografías manipuladas, con imágenes ficticias, irreales (quizá eso es lo que se quiere, hartos todos de ver mendigos apaleados, comedores de caridad, niños desnutridos, barrios masacrados) y muchos, muchos perfumes, muchos restaurantes de lujo, muchos vinos de más de cien euros la botella, mucho de todo lo que es inalcanzable para la mayoría pero que nutren esas páginas donde brilla, sobre todo, el artificio derivado de lo falso, lo irreal. Pero así es la moda. Así han sido siempre esas pasarelas por las que desfilan figuras femeninas sin alma, sin contenido, pura fachada nada más, flor de un día o suspiro de un momento. Que para eso sirven los nuevos suplementos de moda que traen ahora los periódicos poderosos, necesitados de vender a toda costa, ya que con solo la información no pueden. Nada que ver con la retahila de malas noticias, miserias, desgracias, corrupciones, violaciones y crímenes varios que forman la panoplia informativa de cualquier periódico, hablado, visual o escrito, que se precie. Así se enmascara la realidad y así pasamos, insensiblemente, inadvertidamente, de la banalidad al drama, sin darnos cuenta y sin querer pensar mucho en una cosa o en la otra.

 

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