Observa
Juan Cruz inteligentemente (como en él es habitual) que ahora, cuando
desaparecen los entrenamientos de fútbol y las televisiones pierden un enorme
caudal de “información” (¿?) podrían utilizar esos minutos despreciados cada
día para dedicarlos, si no todos, que sería mucho pedir, sí al menos un pequeño
fragmento de ellos a comentar un libro. Cierto que este es un ejercicio inédito
para los telediarios en general, salvo los de la Primera cuando hay un best
seller en perspectiva, tipo Harry Potter y similares, a los que entonces sí
dedica un cierto despliegue informativo en busca siempre de la banalidad
comercial, único aspecto que parece ser interesante para quienes seleccionan
los libros elegidos. Pero siguiendo a Juan Cruz en su pensamiento, imaginemos
lo que podría ocurrir. De los telediarios desaparecen los minutos dedicados a
que tres o cuatro jugadores y entrenadores digan una sarta de memeces cada día,
después del entrenamiento, siempre con las mismas palabras y el mismo tono
(bueno… sí…), pero en algún sitio de los despachos de informativos alguien, un
cerebrito, ha decidido que eso es del máximo interés popular y dispara las
audiencias. Y así todos los días. Cierto que estaba Mourinho para mantener el
morbo y decirnos, de modo muy gráfico, qué nivel de estupidez puede alcanzar un
ser humano cuando se le ponen delante docenas de micrófonos y de cámaras todos
los días, a todas horas, esperando la parida de turno pero ahora ese capítulo
desaparece de nuestras vidas. Imaginemos, pues, que en esos minutos finales de
los telediarios aparece alguien, si es posible con cierto atractivo personal,
simpático, amable, sabiendo lo que dice, y cada día nos presenta un libro, hoy
una novela, mañana un poemario, al otro un ensayo filosófico. Muchos ciudadanos,
los que aparecen en las encuestas en el grupo de los que no leen nunca o casi
nunca, descubrirían (sin tener que irse a recónditos horarios de La Dos) otro
mundo, unas posibilidades diferentes a las que les ofrece su vida habitual. Qué
bonita sería esa perspectiva que con la imaginación podemos visualizar.
José Luis Muñoz. Una visión permanente sobre las circunstancias de la vida cultural en Cuenca, comentada con espíritu comprensivo y un punto crítico. Literatura, arte, patrimonio, cuestiones cotidianas, a través de la mirada de un veterano periodista.
lunes, 12 de agosto de 2013
domingo, 11 de agosto de 2013
ADIÓS, LIBRERÍA
No estoy
seguro de cuánto tiempo ha estado abierta El Cocodrilo, la más joven de las
librerías de Cuenca, pero así, a ojo de buen cubero, podríamos decir que un par
de años, como mucho. Quizá algo menos. Era una apuesta arriesgada, en los
tiempos que corren (y no lo digo por la crisis, sino por los libros). El
montaje, la apariencia del local, la organización de los volúmenes, el cuidado
hacia el sector infantil, la utilización dinámica de los medios informáticos
(página web, redes sociales y todo eso) daban un aire nuevo a la librería, como
si fuera posible todavía, a estas alturas, renovar un sector que parece
condenado a morir, según apuntan todos los indicadores, sin que los usuarios
hagamos nada especial por evitarlo, entregados ciegamente a los elementos
electrónicos, a las grandes cadenas de distribución (FNAC a la cabeza y las
demás) mientras dejamos perecer a las pequeñas librerías de pueblo, nuestras
compañeras de toda la vida. Lástima, una vez más. Lágrimas de cocodrilo por
este Cocodrilo librero que se nos ha ido, tan callando, sin un lamento. Bueno,
uno sí, éste que dejo anotado aquí, en este rinconcito.
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