miércoles, 27 de junio de 2012

UN RECUERDO PERMANENTE


         Como cada año, el instituto que lleva el nombre de Fernando Zóbel ha organizado una exposición conmemorativa, coincidiendo con las fechas en que murió el artista, a primeros de junio. No ha faltado tampoco el funeral en la ermita de San Isidro, a la vera del lugar en que se encuentra su tumba. Como suelo hacer todos los años, he paseado, en soslitario -cada vez acude menos gente a las exposiciones artísticas, ¿por qué será?) por la sala en que se muestran los trabajos realizados por los jóvenes aspirantes a crear a través de las imágenes. Las hay de todos los gustos y técnicas, sin que falten las vinculadas a la fotografía. Conviven aquí realistas figurativos y abstractos, amigos de lo concreto y de lo imaginativo. Imposible adivinar si entre esos nombres, aún desconocidos, hay alguno que esté apuntando a cosas perdurables, pero más allá de este tipo de valoraciones hay algo que me parece singular, notable, meritorio: la firmeza con que el instituto mantiene vivo el nombre de su protector inicial. Si todos los centros de enseñanza (o del tipo que sea) rindieran un homenaje anual a la persona que les da título, esta ciudad nuestra (pues de Cuenca hablo) sería un emporio de riqueza cultural y así, Santiago Grisolía, Hervás y Panduro, Pedro Mercedes y otros tantos no dormirían el permanente sueño de los injustamente olvidados. Zóbel, que además de un gran artista fue un hombre singularmente generoso, estaría muy feliz conociendo esta fidelidad evocadora de su instituto.

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