martes, 12 de abril de 2011

LA TORRE DE BABEL

No voy a ser nada original haciendo comentarios más o menos sarcásticos sobre el uso y abuso de los diferentes idiomas o lenguas autóctonas que se hablan en el territorio español. Ni siquiera diré alguna palabras que añadir a las que ya han dicho otros comentaristas (unos ilustres y otros menos) sobre la ridícula tontería protagonizada por los señores senadores del reino, obligando a utilizar traducción simultánea para satisfacer la demagógica necesidad de algunos de ellos de hablar en público en su lengua materna mientras a la hora del café o en tertulia con los periodistas utilizan, como es lógico y natural (además de más barato) el idioma común de todos nosotros. Reconozco el derecho de cada cual a hablar como le de la gana y a expresarse de la forma correcta que le parezca. Eso sí, en su propio territorio. Lo que me desconcierta es que esa tendencia se traslade a otros lugares invadiendo el idioma propio de los demás. Iré directamente al grano para no perderme en elucubraciones tan absurdas como otros. En valenciano pueden decir de manera indistinta Alicante o Alacant, según prefieran usar un idioma u otro. Es lógico que lo hagan así en el mismo Alicante y cualquiera puede comprobarlo; mejor aún, en los indicadores públicos coexisten las dos formas y que cada cual lea la que le conviene. Si eso es así y parece razonable, la pregunta es simple: por qué en Cuenca, estación del AVE, donde solo se habla castellano, el indicador escribe Alacant, en solitario. Ni siquiera han tenido la delicadeza de escribir también Alicante. Si eso ocurriera al revés, nos llamarían nacionalistas, colonizadores, abusones y no se cuántas cosas más. Aquí, ya lo ven, tan tranquilos. Igual nos acostumbramos a decir Alacant, de pánfilos que somos.

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